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Adiós a Pepe Domingo, el último mohicano de la radio de siempre

Se va un mito viviente al que le gustaba no hacer ruido a su paso. Si Pepe Domingo Castaño era grande, muy grande como locutor radiofónico, lo era más como persona. Con su despedida se acaba un estilo de hacer radio. Integró la publicidad en la narración creando un nuevo producto de plena actualidad hoy y que se podría resumir en una frase que le acompañó toda su vida; “Pepe, un purito”.

De personalidad arrolladora Pepe Domingo vivió siempre reinventándose en las ondas. Era su vida. No sabía vivir de espaldas a la radio. La quiso con pasión, la cuido con mimo y la hizo más grande. Su estilo no es comparable más que a su lealtad a los amigos entre los que destacaron Paco González, Manolo Lama y Jorge Armenteros.  A ellos hay que sumar a su admirado Julio Iglesias por el que sentía verdadera pasión.

Ahora que se va, escucharemos más sus silencios. Nadie como él relatando anécdotas de las que era un gran coleccionista. Fuimos compañeros en la SER años y con la Vuelta Ciclista a España visitaba muchas provincias y siempre tenía esa palabra de ánimo para los que estábamos empezando en este mundo de la comunicación. Daba respeto acercarte a él, pero su magnetismo era ya de ese que solo está reservado a los elegidos. Él lo fue, no hay duda.

Con los años tuve la fortuna de compartir mantel con él en Sabiñanigo, donde por lazos familiares acudía de vez en cuando. Era entrañable. Hablamos horas de golf, su otra gran pasión. Quedamos en repetir y lo cumplió. Quiso pasar por Huesca a jugar sus dieciocho hoyos y a compartir un buen plato de jamón a los pies de Guara. Le cautivó, me cautivó. Era de una pasta que ya no se estila. Qué gusto haberlo disfrutado.

Pepe Domingo en uno de sus libros relató una frase que le acompañó mientras se forjaba una leyenda. Dice así, “No lloréis conmigo, a los hombres nos gusta llorar solos”. Es un mito, que trascenderá por los años que nos quedan por vivir pegados a la radio pero ya nadie podrá repetir el latiguillo de arranque que lo definió, “Hola, hola”. Empieza lo que nunca debió terminar. Lo consiguió, no se va de la radio, se va de la vida. Buen broche para un disfrutón, para un hombre de bien.

Ya no habrá discos dedicados que tanto le gustaban. Cerramos el último capítulo de aquella vieja radio que le enseñaron sus maestros como Bobi Deglané, Joaquin Prats o José Luis Pécker. Los focos se apagan y ya no lucirán en su pelazo blanco que se atusaba para pensar. Era la cara de la felicidad. Descanse en paz.

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