Recordaba en mi último artículo el nacimiento de Televisión española, el 28 de octubre de 1956. En aquellos primeros años, se imponía el riguroso directo. Hasta que la llegada de los sistemas de grabación permitió emitir programas ‘enlatados’ como ‘Estudio 1’, ‘Los chiripitifláuticos’, ‘Cesta y puntos’, ‘Un millón para el mejor’ o las ‘Historias para no dormir’, de Chicho Ibáñez Serrador… Pocos años después ‘los directos fueron tan directos’ como la transmisión de la llegada del hombre a la Luna el 21 de julio de 1969.
Los años 70 nos trajo el color. Descubrimos al gran José María Íñigo en programas como Ritmo 70, Fiesta, Directísimo y Fantástico, cuyas emisiones se prolongaban durante seis horas seguidas. Mucha imaginación y creatividad suplían los pocos medios con los que contaban. Audiencias de 20 millones de personas se reunían cada noche delante del televisor con espacios como Crónicas de un pueblo, el primer Un, dos, tres, Un globo, dos globos, tres globos, los payasos de El circo de TVE, La clave, La casa de la pradera y Curro Jiménez.
El color de los años 70 vino acompañado de la censura. Nada que hablar de política ni religión sin pasar el filtro correspondiente. De la censura de ayer, que no justifico, a lo nada censurable de hoy que ha conseguido que seamos insensibles a todo.
La democracia y la transición trajeron unos años 80 televisivamente más modernos. El ejemplo del cambio lo observamos con La bola de cristal de la incombustible Alaska. Debía ser el único pero nunca me gustó la bruja Avería. Los 80 también trajeron las series propias –españolas- como Los gozos y las sombras, Verano Azul o Anillos de oro y también se abrió la puerta a las de fuera como las míticas Dallas, Dinastía y Falcon Crest.
La Nocheviejas cambiaron, socialmente, gracias a Televisión Española. Inolvidable la de 1985 con el sketch de Martes y Trece y su Encarna de noche. Y las mañanas nunca fueron lo mismo tras la irrupción del magacine matinal Por la mañana, del querido Jesús Hermida y todas sus chicas.
No podemos olvidar la gran prueba internacional que tuvo que superar TVE con la difusión de la señal del Mundial de Fútbol de 1982, para lo cual debió construir el famoso Pirulí de Torrespaña.También en esta década aparecieron las autonómicas. Significó acabar con el monopolio de TVE e iniciar la fase de despilfarro de dinero público de todos los contribuyentes.