En el mercado de la confianza y la credibilidad los recientes casos de comisionistas pueden generar una crisis reputacional al empresariado muy importante.

Entre pillos NO anda el juego. Por Andrés Mellado.

Tomo prestado para esta reflexión el título de la película de allá los años 80 «Entre Pillos anda el juego», protagonizada por Eddie Murphy y Dan Aycroid. Muy al pelo sobre la situación que estamos viviendo en estos días al hilo de «Gery» Piqué y Rubiales. O de un Duque de Feria y un tal Alberto Luceño. Tanto monta, monta tanto. El grave problema es que más que una comedia, la realidad española de hoy tiene tintes de sainete o drama. Hasta en el disparate estamos polarizados.

Son muchos los acentos y debates que pueden plantearse pero quiero centrarme en el daño reputacional a las empresas y a la figura del empresario, muy lejos de los comisionistas. En el mercado de la confianza el sector productivo español ha ganado muchos enteros. Ejemplares en la crisis, como muestras la serie ‘Empresas Socialmente Responsables’; incluso hubo voces que hablaban de un gobierno corporativo como aprobación de una gobernanza inteligente.

Los esfuerzos en transparencia, códigos de comportamiento ético, más respeto a la privacidad, o el compliance … dieron sus resultados en base a un fuerte respaldo social. Sin embargo, este tipo de conductas pueden echar por tierra todo el camino ganado a la credibilidad.

«La saca»

No por cuestión de estética, sino de ética. El espejo en que nos vimos reflejados no puede convertirse en cónvavos o convexos y que a su vez distorsione la realidad del empresariado que no paró.

Quienes respetaron los puestos de trabajo y siguen produciendo, dando la cara y pagando impuestos todos los días. Los que cumplen con la ley y no juegan a estar al borde de la legalidad; los que reinvierten lo que ganan para generar riqueza y no se los guardan «para la saca».

Aquellos que creen en la rueda de bien común y el capitalismo responsable. Los que producen y no se conforman solo «con dar el pase». Empresarios y empresarias, no mero oportunistas. Por eso, hay que diferenciar y marcar diferencias. Apoyar la labor de unos y censurar el mero trapicheo de otros. Nuestra confianza y credibilidad, aquí y en Europa, está en liza. Y esto «no es un juego de pillos».

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