Xavier Aldekoa narra su aventura como ‘Quijote en el Congo’ (Espasa), un río metáfora de todo un continente.

Xavier Aldekoa: «El periodismo exige más verbos que ver, oír y contar»

El periodista y Premio ‘Ortega y Gasset’, Xavier Aldekoa, narra su aventura como ‘Quijote en el Congo’ (Espasa), un río metáfora de todo un continente.

¿Asumir como freelance una corresponsalía es el último ejercicio de Quijotismo en el periodismo?

La verdad que últimamente sí. Contar las cosas desde el terreno exige echarse al monte. Y en la información internacional, y más la de África, mucho esfuerzo, pasión y amor por contar las cosas. Y un punto de locura, imprescindible.  

¿Por qué es reportero y para qué?

Soy periodista porque me dejan escuchar. El periodismo exige más verbos que ir, ver y contar. También escuchar y comprometerse. Hay que ir a los sitios, calzarse las botas, abrir ojos y oídos, empaparse de lo que saben, para poder contársela a los demás.

El río Congo, aprieta pero no ahoga.

Bueno a veces sí (risas). El viaje ha sido muy exigente. Policías corruptos, militares armados en zonas rebeldes o cuando tu colchón es la tapa de un congelador en una plataforma flotante atestada. Pero cuando el congolés cuando ve verdad en lo que haces te abraza. Los grumetes no creían que aguantara pero al ver que perseveraba me hicieron uno más de su familia. 

Iba usted ‘ligero de equipaje’ pero que no falten camisetas y merchandising de Madrid o Barça. 

Cuando la opción es que te secuestren o te roben, kalashnikov en mano, tienes que hablar con el jefe y convencerle. En ese momento el fútbol se convertía en la posibilidad de que todo acabara bien. Y por suerte el Barça y el Madrid son embajadores extraordinarios. Era importante crear un clima en el que pin fuese una cortesía. Y tener claro quién es el jefe para darle algo más. En un lugar tan jerarquizado si le das lo mismo a todo el mundo estás insultado al que manda. Tienes que respetar su autoridad. No puedes darle cigarrillos a todo el mundo cuando el jefe esperaba un puro. 

Trazas un gran reportaje con un ser acuático vivo, utilizando como fuentes a gotas de miseria, hambruna, belleza, nobleza. Rico en minerales, en subsuelo de la esperanza de vida. El todo y la nada. Lo mejor y lo peor del ser humano. 

El Congo es un río de extremos. Encuentras las muestras de crueldad, abuso, de rabia más brutales. Y a la vez de generosidad, resistencia, resiliencia y supervivencia más maravillosas. Te permite ver esa exuberancia natural también en las personas. Un subsuelo rico y la codicia humana que se acerca para aprovecharse de otras personas. Cómo la gente te ayuda cuando solo se da las circunstancias para que te conviertas en un lobo para los demás. Te hace dudar y reflexionar qué harías tu: hacerte rebelde o salir como sea de allí.

La búsqueda de un futuro mejor para tu familia …

Una vez en Ghana me encontré con un chico que era matemático. Hablando de por qué huía a Europa me dijo “te lo voy a explicar con números”. “Sabes cuánta gente se muere en el mar, aproximadamente un 3%. ¿No intentarías darle un futuro mejor a tu familia o a ti mismo si no lo tienes con un 97 % de posibilidades? ¿No tirarías la moneda?”. Todo el mundo lo haríamos. 

¿Qué debería aprender el resto del mundo de este río como metonimia de un continente?

Así como el Nilo y el Níger han sido ríos abiertos al mundo, el Congo se mantuvo escondido durante mucho tiempo, como metáfora del miedo atávico que hemos tenido al continente africano. Oscuro, hostil. Y cuando nos atrevemos a conocerlo en lugar de ver tinieblas llevamos las tinieblas en forma de esclavitud, abuso. 

Nos queda seguir señalando al mar, allí donde comienza el río. 

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