Jordi Rodríguez Virgili es vicedecano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra y profesor de Comunicación Política. Licenciado en Periodismo y Doctor en Ciencias de la Información por la misma universidad. Premio extraordinario de Doctorado de la Facultad de Comunicación. Ha sido Visiting International Scholar en The Graduate School of Political Management de la George Washington University en el curso 2005-2006. Sus investigaciones se centran en los efectos de los medios y la comunicación política. Ovetense y asturiano ejerciente en la distancia, es el hombre siempre a disposición de los demás que ejerce una suerte de sabiduría humilde que transmite, a partes iguales, rigor y humanidad.
Se culpa a los medios de perder rigor y, por ello, credibilidad. ¿Salen peor formados de las facultades los jóvenes periodistas de hoy? ¿O el problema está en otro sitio?
El problema es complejo y multidimensional. Las reformas educativas recientes, los cambios en las dinámicas sociales, la transformación radical del trabajo y de nuestro sector son variables que impactan en los jóvenes. Las facultades de comunicación también tenemos parte de responsabilidad y debemos seguir mejorando la formación de los periodistas, atendiendo las demandas sociales, escuchando las necesidades de la industria y adaptándonos a las características de los jóvenes que llegan a las aulas.
En la Universidad se proporcionan herramientas teóricas y prácticas para ser buenos periodistas; diríamos que esta es la parte académica. Pero el trabajo del periodista también tiene un componente ético muy importante. ¿Se contempla esta variable en la enseñanza en España? ¿En la Universidad de Navarra, en particular?
Por supuesto. En nuestro caso, tenemos, por un lado, una asignatura de Deontología, pero como la comunicación es una dimensión de la acción humana que debe juzgarse desde una perspectiva más amplia, también impartimos asignaturas de Ética y Antropología. Por otro lado, el componente ético y deontológico aparece de una forma más o menos explícita en todas las materias del grado, tanto teóricas como prácticas. Esta última enseñanza me parece muy relevante y forma parte de la identidad de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra.
Los medios han sufrido cambios disruptivos en los últimos tiempos. ¿La mayoría a peor?
La disrupción tecnológica ha provocado una desintermediación en la producción, difusión y consumo de información, fragmentando las audiencias y alterando el modelo de negocio, que además ha sufrido el impacto de la crisis económica. Algunos de estos cambios han sido positivos y otros, como dices, a peor. Hemos pasado de un ciberoptimismo a un ciberpesimismo sin apenas solución de continuidad. Desde la investigación seguimos intentando discernir los aspectos positivos, que conviene potenciar, de los negativos que deben contrarrestarse.
La comunicación política parece haberse reducido a responder al contrario o hacer una venta casi comercial de la gestión. ¿Se puede influir en que no sea así o los gabinetes de comunicación carecen de toda iniciativa o capacidad de influencia?
Estamos en una creciente polarización política que se alimenta de una retórica de confrontación y ataque permanente al adversario. Creo que uno de los principales problemas de la comunicación política es la “campaña permanente”, que confunde la parte por el todo. Me explico; hemos reducido la comunicación política a la campaña electoral, a la confrontación y la diferenciación en una dinámica de suma cero. La comunicación electoral tiene lógica y sentido en un momento de elección de representantes. Pero una vez pasadas las elecciones, la comunicación política debe buscar el acuerdo, la comprensión entre las partes, gestionar la pluralidad y la heterogeneidad para alcanzar el bien común. El concepto de comunicación está relacionado con lo común, con la comunidad, con la idea de comunión.
¿Se ha convertido la política en algo banal? La pérdida de reputación parece no tener final. ¿Tienen los medios alguna responsabilidad?
Sin duda, los medios tienen su cuota de responsabilidad por varias razones. Han potenciado la dinámica de la confrontación, destacan lo negativo, lo anecdótico, lo emocional; el infoentretenimiento favorece el politainment y la banalización de la política porque los candidatos comparten espacio y formato con cantantes, actores, “famosos” del mundo del corazón… Debemos de reflexionar sobre el tipo de periodismo que prima en España. Los medios no pueden trasladar a la ciudadanía la lógica dicotómica de “nosotros contra ellos”, ni descuidar la función social que tienen encomendada en aras de una supuesta rentabilidad económica cortoplacista.
Antes, el peso de la formación recaía en enseñar a trabajar en periódicos, radio y televisión. Las redes, ¿ya han roto totalmente esta realidad o aún se trabaja “en modo clásico”?
Más que romperla creo que la han enriquecido, aunque es cierto que los medios pierden protagonismo. Seguimos formando en medios concretos (redacción periodística, radio, televisión), pero también se imparte desde el primer curso una asignatura de Comunicación Multimedia, trabajamos en docencia integrada de varias asignaturas donde los alumnos relacionan distintos aprendizajes y disciplinas en proyectos comunes y se busca el equilibro entre el trabajo en equipo y la labor personal más solitaria. Lo importante es que los alumnos adquieran criterio informativo.
La Universidad de Navarra siempre ha sido una avanzada en intuir las nuevas tendencias y trabajar en ellas. ¿Qué periodismo nos viene en los próximos 20 años?
Esa es la pregunta del millón. Una de las labores de la universidad se centra en distinguir lo esencial de lo coyuntural, lo necesario de lo contingente en cada área de conocimiento. Lo esencial del periodismo sigue siendo aquello que nos insistía Paco Sánchez de que un buen periodista no es aquel que domina unas técnicas determinadas, sino quien es capaz de saber mirar, saber escuchar, saber pensar, y saber expresar aquello que ha mirado, escuchado y pensado. El reto es cómo hacerlo de forma sostenible en el entorno digital y el creciente desarrollo de la inteligencia artificial. Desde luego hay tendencias claras como el análisis del big data o la capacidad de comunicación transmedia. Precisamente para investigar sobre todo esto, comienza ahora un proyecto europeo con ocho universidades europeas lideradas por la Universidad de Navarra que pretende aportar en la recuperación del vigor de los medios de comunicación y fortalecer nuestros sistemas democráticos. El proyecto se titula “ReMeDResilient media form democracy in the digital age”.
¿Aún es posible que alguien joven que no lee un periódico se informe bien?
Si te refieres a prensa en papel, por supuesto, están los digitales, la radio y la televisión. Si te refieres a los medios tradicionales, solo por las redes sociales, la respuesta es más compleja. En este sentido, el informe sobre consumo de noticias del Reuters Institute de la Universidad de Oxford, que en España elabora la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, recoge la caída del interés de los jóvenes por informarse y, paradójicamente, su preocupación por la desinformación. En un contexto de polarización, la ciudadanía apenas distingue la desinformación de la opinión discrepante. Podríamos concluir que la desinformación propicia que los jóvenes den la espalda a los medios porque profundiza su principal problema: la crisis de credibilidad.
Por eso, no dejamos de insistir en la importancia de la alfabetización mediática, es decir, para combatir la desinformación resulta clave formar a los jóvenes en el uso diestro y responsable de la información. Tenemos un referente en Finlandia, el país que más confía en sus medios de comunicación, entre otras razones porque forma a sus ciudadanos para detectar la desinformación desde preescolar de una forma transversal, adaptada a las diferentes asignaturas del curriculum.
¿Qué redes sociales frecuentas? ¿Por qué una frente a otra?
Varias, Twitter, la red que más utilizo, LinkedIn, Instagram, Facebook e incluso, ante los problemas de Twitter he abierto un perfil en Mastodon.
¿En qué medio/medios te informas?
Intento tener una dieta informativa variada. Leo la prensa digital entre semana, pero los sábados y domingos prefiero el papel. La radio me acompaña en casa y en el coche, y al medio día y sobre todo por la noche veo los informativos de televisión. De todo lo referente a Asturias a través de La Nueva España. Y también por Twitter recibo informaciones interesantes.
¿Quién ha sido tu maestro/s en la profesión?
En el periodismo mi tío y padrino, Maxi Alberto Rodríguez, responsable de deportes en RNE Asturias durante muchos años. Aunque él me desaconsejó estudiar periodismo, me fijé más en lo que hacía, en cómo disfrutaba del trabajo, que en lo que me decía.
Desde el punto de vista académico, muchos, pero quiero mencionar a Francisco Gómez Antón y a mi director de tesis, Carlos Barrera.
¿Qué periodista actual te parece especialmente relevante?
No sé si relevantes, pero me gusta el estilo de Carlos Alsina, Vicente Vallés o Carlos Franganillo. Y de los columnistas, quizá Luis Ventoso, antes en el ABC y ahora en El Debate.
Si subieras una imagen de Asturias a tu red social preferida, ¿Cuál sería?
Ufff, difícil, afortunadamente tenemos mucho donde elegir. Quizá alguna de Covadonga por su valor simbólico.
¿Con qué profesional de los medios te gustaría compartir mesa y mantel?
Con cualquiera de los que he mencionado antes y añadiría alguno deportivo como Paco González o Javier Ares.
¿Y dónde lo llevarías?
A La Nueva Allandesa a tomar un buen pote de berzas.
¿Qué canción pedirías en una radio fórmula?
Alguna de Bruce Springsteen, por ejemplo, Born to Run.
¿Qué programa de televisión te marcó?
Creo que no me marcó ninguno, más allá de los payasos de la tele ja,ja,ja.
Me gustaría que se retomara un formato tipo La Clave de José Luis Balbín, de película y debate en profundidad, pero lo veo difícil.
¿Recomienda un libro?
Ahora estoy leyendo dos: “Crisis de confianza (2007-2022). El descrédito de los medios”, de mi colega Francisco J. Pérez-Latre, publicado por EUNSA, y acabo de empezar “Digan la verdad», del ex-director de El País, Antonio Caño.