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Cae en picado la imagen de Valencia

No hay manera. La imagen que proyecta la Comunidad Valenciana drena por aguas muy turbulentas en las últimas semanas. Esa imagen de territorio próspero para el inversor, de retiro añorado para los jubilados y de parajes confortables para el turismo se corroe ante la realidad del día a día.

Por un lado, están  los líos de Ximo Puig, que parece empeñado en ocupar el espacio judicial de donde intenta salir Francisco Camps. Ni uno acaba de entrar de lleno ni el otro de salir del todo. Vuelven a sobrevolar sobre al presidente actual los sones de las corruptelas. Primero por temas familiares no muy aclarados en su momento. Ahora por subvencionar, en tiempos de pandemia, a empresas relacionadas con la caja B del PSOE valenciano. Partido declarado corrupto por sus propios responsables y cuya causa se verá también en sede judicial en tiempo y forma. Son muchos ya los caminos que nos llevan a la Ciudad de la Justicia y la imagen exterior se tiñe al rozarse con tanta toga.

La imagen igualmente se ensucia con las permanentes decisiones judiciales por tratar de arrinconar el idioma castellano en las aulas en contra de la Ley. A ello suman una imagen fantasmagórica de Peter Lím, propietario del Valencia Club de Futbol, que es como un espectro de quien todos hablan y nadie parece haber visto. Entre tanto el club, otrora  estandarte de la marca Valencia, deambula por los campos de futbol con más pena que gloria.

Ni una notable presencia de medios y propuestas en Fitur, ni la proximidad de unas las Fallas por fin sin mascarillas, hacen olvidar la mala imagen que acompaña a Valencia. Bueno será confiar que con La Cremà esos vaivenes en su imagen desaparezcan y se vuelva al lugar de donde nunca de debió salir. Valencia es mucho más que líos y líos.

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