Hemos conocido varios casos de personas que se inventan una enfermedad como el cáncer para estafar dinero a la buena gente de este país. Recuerdo al sinvergüenza de Paco Sanz, ese estafador de los 2.000 tumores que se mofaba de aquellos a los que engañaba y que ahora solo espero que le caigan los 27 años que piden para él.
Recuerdo también la noticia que saltó a los medios de un grupo de investigadores contra el cáncer de un hospital de Palma de Mallorca que se habían estado lucrando y aprovechándose de pacientes de cáncer vendiéndoles un “producto milagroso anticancerígeno”.
La semana pasada saltó a la luz la gran estafa de la Liga Nacional contra el Cáncer Infantil (LINCECI) con sede en Zaragoza, que tras estafar a más de 7.000 empresas en toda España prometiendo dinero a familias sin recursos y cochecitos eléctricos para niños de diferentes hospitales, habían amasado una fortuna -bañada del peor de los engaños- de 5 millones de euros.
España es un país solidario. No debemos permitir que miserables como Paco Sanz o el cabecilla de la operación Andes, Roberto Pérez Rodríguez, hagan mella en la generosidad de muchos ciudadanos. ONG´s, fundaciones sin ánimo de lucro y asociaciones de todo tipo están haciendo una labor impagable todos los días del año que debemos seguir apoyando.
Criminalizar a todos es un error. Ninguna culpa tienen aquellos que formaban parte del call center de LINCECI, ni aquellos que pasan horas en las avenidas más importantes de nuestras ciudades ofreciéndonos la posibilidad de colaborar en causas que de otra manera no conseguirían los recursos suficientes y, por supuesto, aquellas empresas que generosamente destinan parte de su facturación a la RSC.
Despreciemos a los cuatro miserables que se aprovechan de nuestra buena voluntad, pero sigamos apoyando a esos miles de personas generosas que trabajan por los demás en cualquiera de las honradas organizaciones sin ánimo de lucro con las que cuenta nuestro país.
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