No corren buenos tiempos para Sálvame. El programa producido por La Fábrica de la Tele que comenzó a andar allá por marzo del 2009 está ‘tocado’, aunque todavía no hundido. No considero que sea un formato agotado y sí un equipo desgastado en el peor momento de su larga historia televisiva. Aluden a la docuserie de Rocío Carrasco como origen del problema. Pero solo es el detonante de algo que viene fraguándose desde hace mucho tiempo.
El equipo de colaboradores más flojos que ha tenido Sálvame en doce años y el comportamiento autoritario y absolutista de algunos de sus presentadores ha conseguido que la audiencia, que no es poca y que todavía conservan, esté abandonándoles día tras día.
Fue el bailaor Antonio Canales quien denunció algo que todos sabíamos y que todos los medios callaban. Sus datos eran los peores de los últimos años habiendo cogido una deriva por la que tenían que hacer una reflexión urgente.
‘La Cúpula’ está muy preocupada, siendo muchos los frentes que tienen que solucionar para que el enfermo no termine muriendo. Cuatro son los síntomas más importantes que deberían tratar para salir de la UCI:
- Los mismos temas, los mismos personajes y las mismas familias (Pantoja, Carrasco y Campos, Campos, Carrasco y Pantoja) son semanalmente los únicos protagonistas del programa. Y ahora, también quieren convertir en personajes a los propios colaboradores cuando a la audiencia no tiene ningún interés en ellos.
- El programa está repleto de colaboradores mediocres. El plantel de colaboradores era excelente, llegando a crearse ‘El eje del mal’, al que le acompañaba periodistas históricos de prestigio. Desde hace un tiempo, sobrinas que poco aportan, algún chico de la noche que debería estar en la portería de la discoteca de moda o amiguetes que recogen para echarles una mano están agotando a una audiencia que no es soberana y no es tonta. Hoy, tras la pérdida irreemplazable de Mila Ximénez, los tambores de guerra anuncian incluso la posible marcha de los Kikos como estocada final al programa.

- Sálvame ha decidido erigirse en juez de muchos temas que la sociedad no tiene entre sus prioridades. O porque no le interesa o porque buscan otra cosa o porque, simplemente, no toca. El programa era el fiel reflejo de ese ‘tomar la fresca’ (ahora reivindicado como Patrimonio de la Humanidad) de cualquier pueblo de España donde se despellejaba al vecindario o, simplemente, se abordaban los temas más intrascendentes del día.
- Hoy sus directores y algunos de sus presentadores han optado por encaramarse a la atalaya de la verdad cargados de un revanchismo y odio más propio de aquellas personas que sufren un complejo desde niños y que nunca han conseguido superar. La insufrible Corredera y el egocéntrico Vázquez han optado por verter soflamas prohibiendo la libertad de expresión de aquellos que no opinan como ellos. El programa de “rojos y maricones” -tal y como aseveró Jorge Javier Vázquez en pleno confinamiento- ya expulsó a parte de su audiencia que no se identificaba con tal afirmación. Pero ha sido Carlota Corredera la que, durante la emisión de la docuserie de Rocío Carrasco, ha sobrecargado a los que quedaban, con tesis feminazis muy alejadas del feminismo bien entendido. Es tal la animadversión que la gallega se ha creado entre su audiencia que el hashtag #CarlotaHundeSalvame está arrasando en las redes.
La desaparición de Sálvame puede estar todo lo cerca o lejos que quieran en La Fábrica de la Tele. Pero lo cierto es que el programa “lleno de falsos y eternos cebos” todavía no es consciente de que torres televisivas más altas han caído.