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El juego de la guerra

  • Artículo de Luis Fco. Zaragoza Martínez, director de Posidonia Design y miembro de la 361- Asociación de Publicidad de la provincia de Alicante

“No a la guerra” es una postura cómoda desde nuestro sofá, mientras vemos las noticias de cualquier conflicto. Cuando se inició la guerra de Ucrania, todos nos tiramos las manos a la cabeza, ¡era algo horrible! ¡la cuarta guerra mundial!

¿Y ahora qué? Van pasando los días y vamos perdiendo el interés. La vida sigue, los precios suben, los miedos cambian. El conflicto ya no está en titulares, ahora hay otras noticias que se venden mejor. Y lo más curioso es que seguimos consumiendo violencia y muerte sin más, como si nada, porque está permitida y es muy rentable. Pero qué pasa si vemos una escena de sexo explícito en cualquier serie, película o programa…

¡Cuidado! ¡Eso sí que no! …hasta dónde podríamos llegar. Estamos acostumbrados a ver sin pestañear en la pantalla, asesinatos, torturas, crueldad y sangre a borbotones, pero nos escandalizamos con un simple desnudo. ¿Cómo hemos llegado a esta situación tan irracional y antinatural? ¿Hemos perdido el sentido de la vida?, ¿o todavía no lo hemos encontrado?

¿Queremos emociones fuertes? ¿necesitamos quemar la adrenalina?

Estamos intentando colonizar Marte pero todavía arrastramos tabúes de una moralidad basada en un falso pudor y en el miedo, como en la edad media. ¿Queremos emociones fuertes? ¿necesitamos quemar la adrenalina? Escalemos una montaña, sumerjámonos en las profundidades del océano, crucemos un desierto. O juguemos un partido de rugbi para terminar disfrutando de una comida entre los dos equipos. Hay muchas formas sanas de canalizar nuestra agresividad individualmente o en equipo.

¿Y qué hacemos con los ejércitos y con la industria armamentística? Igual que la industria tuvo que adaptarse para fabricar las armas para las grandes guerras, ahora los ejércitos y las armas deberían transformarse para combatir las consecuencias del
cambio climático, para asistir a los millones de refugiados, para paliar la contaminación y los desequilibrios que nosotros mismos hemos producido. De destructores a preservadores ¡Qué lujo! ¿no?

Nuestra evolución natural más inteligente como especie es convertirnos en los protagonistas de la preservación de este paraíso llamado Tierra. Trabajemos, investiguemos y seamos creativos para conseguirlo. Eduquemos a las generaciones futuras para que completen el trabajo que nosotros, con mucha suerte, vamos a dejar a medias. Vamos a demostrarle al mundo y a nosotros mismos que por fin nos merecemos la denominación de “homo sapiens”.

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