En tiempos donde los valores y la imagen son joyas preciadas, parece mentira que quien debe cuidarlos y hacer de ellos bandera los mancille con ese desahogo. La imagen de la Universidad Complutense o lo que quedaba de ella, no puede deteriorarse de semejante manera. Una “chirigota” como la que tuvo como protagonista a Isabel Díaz Ayuso no es de recibo para un recinto del fuste académico de la Complutense.
“La Docta” con más de 200 años de historia no puede resignarse a que la utilicen torticeramente los extremistas, vengan de donde vengan. En unas aulas que han visto formarse a siete de los ocho Premios Nobel españoles no pueden producirse desatinos como el escrache de marras.
De los casi tres millones de volúmenes que atesoran sus bibliotecas, bien harían los iletrados que protagonizaron la algarada de esta semana en leer alguno de ellos. Especialmente, quien puso toda su entrega en manchar desde el púlpito la imagen y el buen nombre de la Universidad. Es deleznable que de la Complutense salgan alumnos con esa escasa catadura moral y con una falta de objetividad pasmosa. Encima, con la vitola de ser la alumna aventaja en Periodismo. ¡Válgame la que se le viene encima al periodismo patrio como este sea el nivel que llega!
La Complutense no debe ser vista como una sinécdoque. No se puede utilizar la parte por el todo. Los que trabajaron para hundir la imagen de la Complutense son la parte y los que la defienden son el todo. Que quede claro que mancillar es causar perjuicio en la honra. Para valorar la honra hay que tenerla. La quieren manipular o, peor aún, hundir desde las aulas y desde los polvorientos despachos en los que se fraguan escraches.
Por el bien de la Complutense, entonemos todos la frase acuñada por el general francés Robert Nivelle en la Batalla de Verdún en la primera Guerra Mundial: “No pasarán”. A ver si se enteran los extremistas y sus palmeros mediáticos.
