Con la irrupción de los móviles en la vida doméstica, los candidatos saben que la única forma que tienen para entrar en la intimidad de los usuarios y por lo tanto votantes, es a través de las redes sociales. Esta semana es clave. Con resultados tan ajustados como se presenta el desenlace de esta campaña electoral, definitivamente queda por ganar la batalla de las redes sociales.
Se abandonan así los iconos clásicos de las campañas para instalarse de lleno en las ya no tan nuevas herramientas y en sus consecuencias. Lenguaje directo, muy breve y todos muy emocionales. Ya no hay tiempo de aprender a utilizarlas por muchos candidatos, se usan y punto. Están dispuestos a los memes y a los zascas necesarios con tal de colocar su mensaje y captar un usuario que se sale de su banda de edad. Ahora es el nicho de los más jóvenes, que votan por primera vez y los de la tercera edad, que visitan cada vez más las redes, donde está la verdadera batalla.
La campaña virtual se antoja más decisiva que nunca. No hay que olvidar que los algoritmos a los que están referenciadas cada una de las redes no hacen más que repetir informaciones de campos ya interactuados por los usuarios. De ahí que el factor sorpresa no existe tan apenas. Deja paso a la herramienta de la reiteración de mensajes muy claros que se machacan por varias vías hasta la saciedad y casi en cansancio.
No es por lo tanto un canal habitual de información, ni siquiera sesgada, el que se aborda con las redes. Es el canal del ocio y por lo tanto nos coge con la guardia bajada ante un mensaje. Somos menos críticos al contemplarlos en el sofá de casa después de la cena. Digamos que lo encajamos mejor. Disfrutamos de una sensación cuasi placentera que nos crea ese tipo de mensajes. Ese es el quid de la cuestión esta semana. Atosigar al precio que sea y que se disipe la duda del indeciso o del votante poco fiel a unas siglas. Último esfuerzo para todos que ya queda poco.
