“El bueno de Varoufakis” ha vuelto a ser portada de periódicos. En esta ocasión la deuda griega la ha llevado a un terreno personal parafraseando al difunto Roosevelt cuando estaba en plena campaña de las elecciones presidenciales: «Son unánimes en su odio hacia mí. Y yo doy la bienvenida a su odio«.
No debía llevarlo a ese terreno. Su deuda de 72.000 millones de euros dudo que provoque animadversión a sus colegas del Eurogrupo. Más bien me parece un ejercicio de responsabilidad hacia sus países exigir el dinero al deudor… al gran deudor.
Podemos entender que Varoufakis se niegue a liberalizar el despido a sus compatriotas o a bajarles las pensiones o a permitir desahucios en su país pero debe afrontar la deuda y no da alternativas para asumir esos setenta y dos mil millones de euros.
Buenas palabras no son suficientes. No confundamos animadversión con deuda. Aunque me creo que haya sacado de las casillas a más de uno y eso sí que se puede confundir con alguna variante de odio.