Las numerosas campañas electorales de los pasados años, unas tras otra, nos han dejado experiencias lamentables en las estrategias de comunicación de los debates electorales. Podríamos recordar muchos episodios. La espantada y huida del debate de la Ser de Pablo Iglesias es el más reciente.
Trending topic garantizado. Campaña reventada. Resultado, fin a los debates en la campaña de estos tensos días madrileños, y con toda probabilidad, puntilla a los debates electorales, televisados y radiofónicos, de las próximas campañas.
Es el último de los fracasos acumulados en debates que han marcado que los espectadores asistan a ellos con gran indiferencia. Pero, a pesar de la escasa influencia que con el tiempo se ha ido confirmando que tienen en la decisión del voto, los partidos y sus equipos de comunicación, y los medios, han seguido apostando por celebrarlos en la etapa electoral.
¿Sirven de algo?. Los hechos indican que son una fórmula más inútil que eficaz. Más que influir parece claro que el único rédito que de ellos se obtiene es que dan algunas referencias sobre los candidatos a los indecisos, y son un refuerzo y reafirmación de las posiciones de los votantes. Poco más.
Es una realidad que con el constante aluvión de noticias y mensajes transmitidos al segundo en las redes sociales, cada paso y mensaje que da un candidato en las campañas, se sigue al instante. Cuando llegan a los debates electorales, pocas novedades aportan y nula modificación del voto se produce. Lo dicho. Únicamente se remarcan las posiciones y tendencias de la audiencia.
En el clima político actual, y con la sobreabundancia de información existente, resulta complejo que el electorado no se enfrente a estos debates sin prejuicios y preferencias políticas. Aunque su candidato no salga muy bien parado del ring televisivo, siguen apostando por ella o él.
Es todo ya muy previsible, el espectador sabe lo que le va a decir cada candidato, con más o menos originalidad en los matices, pero, poca sorpresa o novedad aportan. De ahí que, conscientes de esta poca eficacia del debate, los partidos busquen golpes de efecto e incluso se coordinen mensajes y reacciones que logren captar la débil atención del espectador y votante. El patrón de lo ocurrido en Madrid hay que encuadrarlo en este marco.
¿Es el fin de los debates electorales?. En Madrid se han acabado con este episodio. Con toda probabilidad, si las posturas políticas siguen en este tono bronco y de posiciones extremas, como todo apunta que seguirán, tampoco habrá debates en las próximas elecciones nacionales, regionales, etc…
¿Entonces?. Asistimos, sin duda, al principio de la muerte de un recurso de comunicación política en tiempo de elecciones que es una buena oportunidad para dar a luz a otra fórmula más innovadora y adaptada a los nuevos tiempos sociales, políticos y al tsunami en marcha del consumo de medios. Fácil no es encontrarla. Tiempo al tiempo, llegará.