Qué se nos debe pedir a los periodistas (y a los opinadores) en esta crisis del coronavirus

Diez recomendaciones para mejorar tus intervenciones en público. Juan Carlos Blanco.

  • Para el consultor de comunicación, muchos directivos y mandos de instituciones, empresas y organizaciones sufren cuando tienen que intervenir frente a un grupo de personas.
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Os paso por aquí algunas recomendaciones más o menos caseras sobre cómo afrontar una charla, un coloquio o una entrevista. Muchos directivos y mandos de instituciones, empresas y organizaciones sufren cuando tienen que intervenir en público. Lo entiendo, pero también participo de la idea de que hay que desdramatizar todo lo que tiene que ver con este miedo escénico y esta aprensión y que hay que afrontar estas situaciones con una cierta naturalidad. En este artículo, y con el ánimo de trasladaros algunas experiencias que he conocido, me centro en las participaciones en coloquios, mesas redondas, charlas, entrevistas y otros formatos similares. Aquí van. 👇 

1. En líneas generales, las intervenciones tienen que ser siempre cortas. La atención cuando una intervención empieza a sobrepasar el minuto o el minuto y medio. En un coloquio, es clave mantener la vivacidad. Si las intervenciones son más cortas, el número de éstas se incrementa y se gana en dinamismo. Se trata de una cuestión de ritmo y, sobre todo, de qué se transmite. Pero, además, es también una salvaguarda para evitar esos monólogos a lo Fidel Castro en los que el interviniente no hace más que comprar papeletas para equivocarse y liarla o, en el mejor de los casos, para ganarse la fama de ser un pesado al que hay que evitar sea como sea. Si breve, dos veces menos posibilidades de equivocarte. Grábatelo a fuego. 

2. Lo digo mucho en las charlas sobre los discursos. Recuerda reservar para tu primera intervención y para el final las ideas principales que quieras contar. Ensaya antes tu minuto inicial y tu minuto final. Piensa cuál es el titular que quieres contar y repítelo antes en voz alta. Te ayudará a fijar conceptos y a verbalizarlos con claridad. No os podéis ni imaginar la de ocasiones en la que alguien que da una charla se va por los cerros de Vladivostok y termina su intervención sin haber dicho lo que quería decir. ¿Tienes claro cuál es tu mensaje? Pues resúmelo, ensáyalo y piensa que lo tienes que soltar en más de una ocasión. 

3. Usa un lenguaje sencillo, claro y preciso. Y, a ser posible, ahórrate unos cuantos latiguillos y lugares comunes. Suena obvio, ¿verdad? Pues no lo es. Es más, cuando la charla es para profesionales de un sector que es el tuyo, lo habitual es que se use un lenguaje que se asemeja al de un código privado. Una jerga para entendidos. Es comprensible, pero cuidado con el uso excesivo de los tecnicismos. Tienes que expresar con claridad lo que quieres decir. De lo contrario, le estás faltando el respeto a quien te escucha. 

4. Introduce de vez en cuando historias y anécdotas y, sobre todo, incluye nombres y lugares. Así, humanizas la intervención y se retiene mejor la atención de quien te escucha. No falla: las personas empatizan con las personas, no con los números. Y empatizan con sus emociones, vengan de donde vengan, como te habrás dado cuenta si te has tragado alguna vez una teleserie turca o alemana de ésas que tienen obnubilada a media humanidad. 

5. Vestimenta. En una intervención en público es importante transmitir también con la indumentaria. Las sudaderas de Steve Jobs no eran casuales. Y las camisetas de Zuckerberg, tampoco. Si quieres dar una imagen de frescura, no des la sensación de que te has comprado todo el vestuario de la serie Velvet o de una película de Garci. Y si vas a una televisión, por cierto, huye de cualquier estridencia: camisa de rayas gruesas, chaquetas de cuadros o estampados chillones. Es más recomendable el uso de prendas de colores lisos y tenues. Vamos, como si te hubieras vestido para ir a una convención de Ciudadanos. 

6. Lenguaje corporal. Mantén una postura erguida y concentrada durante toda la intervención. Nada de echarse hacia delante o hacia atrás. Gesticula también con las manos, pero sin aspavientos. Se trata de no parecer una esfinge, pero tampoco un molino de viento o alguien que se ha aficionado a los estimulantes artificiales. 

7. Escenario. Si es posible, no te pongas cerca ni una botella de agua ni un refresco a medio beber. No da buena imagen y distrae. Cuanto menos ‘ruido’ alrededor vuestro, mejor. Más o menos como Raphael en sus conciertos. Que la gente se fije en ti y punto. 

8. Tampoco mires continuamente el teléfono móvil. Si quieres mantener la atención sobre lo que dices, céntrate. Yo soy un adicto al móvil. Cada vez que veo alguna intervención mía en alguna televisión en la que estoy bicheando en el móvil, me entran ganas de darme una autocolleja, 

9. En un coloquio con cámaras no hay que mirar a la cámara (salvo el presentador) sino a los interlocutores. De hecho, lo mejor es olvidarse de que estás delante de las cámaras y concentrarse en la conversación con los compañeros de mesa. En el caso del moderador, sí tiene que mirar a la cámara para dirigirse a los espectadores que están viendo la retransmisión. Pero tú, no. Tu estás charlando. Y eso implica también interrumpir y ser interrumpido. No vas al Sálvame, pero tampoco a un velatorio de una familia uzbeka. Sé equilibrado. 

Y 10. Olvídate de todo lo que he dicho e intenta ser natural. Si hablas con tranquilidad y muestras convicción en tus ideas, transmitirás mejor y ganarás en credibilidad. No te sientas examinado y quítate presión. El mundo no te mira. El futuro de la humanidad no depende de ti. Relájate y disfruta con lo que haces, que nadie ha dicho que intervenir en un acto o en una charla tenga que ser como pedir una invitación para que te torture la Gestapo.

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