Suelo pensar y decir que no es bueno «gastar» los tacos para poder así usarlos en el momento adecuado. Hace poco me contaban lo que un escolar de 12 años respondió a un profesor al acabar la clase durante el curso pasado: «La clase ha sido una puta mierda y tú eres un gilipoyas».
Me estuve riendo un buen rato. No quiero entrar a valorar ni esa clase en concreto (en la que no he estado) ni a ese profesor o al alumno.
He intuido aquí otra obviedad: A todo trabajador le viene bien decirse a sí mismo, de vez en cuando, que su-tu-mi-clase-trabajo-que-acabo de-hacer-loquesea es una puta mierda y tú-yo-soy-eres un gilipoyas.
Error extremo es el perfeccionismo. Otro el conformismo. Que te recuerden que eres un gilipoyas es una buena manera de no dormirse, de salir del conformismo o del palacete en el que cada uno se instala y se cree un diosecillo.