Lo clavó Jorge Valdano al definir el deporte rey; “el fútbol es lo más importante de lo intrascendente”. Nada que objetar. Eso es manifiestamente así. Al llevarlo al extremo, la industria del balón se siente el ombligo del mundo. Ese proceder enfermizo le lleva a plantear situaciones límite en atención a una jerarquía tan mal entendida como nociva para la profesión periodística.
Menos mal que el Tribunal Constitucional deja las cosas en su sitio natural. Ha avalado que las emisoras de radio puedan entrar en los estadios de fútbol sin pagar un canon por retrasmitir los partidos que ahí se disputen. La sentencia pone el acento en el derecho a informar de unos y a recibir la información por parte de otros.
La industria del fútbol, mas empoderada cada día, sigue empeñada en cambiar las normas siempre en beneficio suyo. Se olvidan de preservar unos derechos básicos recogidos en la Constitución. El su delirio apostaban por hacer de las cadenas de radios unos medios sumisos y dependientes de los clubes. Barrunto que en alguna medida aspiraban a mediatizar en su desempeño laboral a los profesionales que trabajan en las emisoras.
Querían hacer de la prensa radiofónica otros nuevos títeres como lo son ahora los jugadores y entrenadores. Estos hablan cuando el club quiere, en el formato que les dicen y por el tiempo que les pautan. Deciden por ellos qué preguntas contestan y cuáles no. No se dan cuenta que ese viciado funcionamiento lejos de acercar a los profesionales, los aleja y los hace distantes, insensibles y desapasionados. Todo ello en el planeta fútbol, donde la pasión es la base de las emociones y por lo tanto del éxito de la industria.
Queda claro que las emisoras de radio no están por hacer suya esa frase histórica de José Luis López Vázquez en la película “Atraco a las tres” y que decía aquello de “un admirador, un amigo, un siervo, un esclavo”. Ni un paso atrás a la hora de informar, y más ahora con el respaldo del Constitucional. A ver si también piden la mediación del VAR.
