No hay manera de tener unos prolegómenos del certamen musical más esperado del año con ciertas dosis de tranquilidad. Este año coge fuerza y de qué manera, el debate simplón de si el flamenco es un género inadecuado para los jurados de Eurovisión o no. Hay opiniones para todos los gustos. Lo único cierto es que si el flamenco es bueno puede triunfar y si es de baja calidad, el fracaso llamará a nuestra puerta. Así de claro.
Blanca Paloma, como representante de España empieza a ver estos días como es el tantas veces demonizado precio de la responsabilidad de representar a España. A toda España, quiero decir, no solo a los andaluces y a los partidarios del flamenco. Ese es el tema y no si el flamenco gusta o no en el viejo continente. Aquí lo que parece es que hay una corriente que no quiere identificarse con ese arte como bandera de un país.
Los mismos muy probablemente que les molesta el uso de la tauromaquia como arte, o de la bandera de España o de tanto tópico que generalmente se nombra de carrerilla para manifestar el rechazo hacia unas creencias, tradiciones y gustos. Tan cierto es eso como afirmar que los guiris cuando vienen en verano a España se pierden por un tablao y un guitarreo para desmelenarse después de horas al sol en la tumbona.
Pues con todo ello, allá que vamos, al Reino Unido con la ilusión de siempre y ajenos a un debate tan estéril como insípido. Nos presentamos clasificados directamente para la final como miembro del llamado’Big Five’. El grupo de los elegidos junto a Italia, Reino Unido, Francia y Alemania. También tiene el pase directo Ucrania, ganadora de Eurovisión 2022 y ‘coanfitriona’ simbólica después de que la guerra impidiese la celebración del evento en su país.
Todo está ya servido, los eurofans como locos por aplaudir y votar sin medida a nuestra Blanca Paloma. A ver qué nos depara la suerte y la calidad, que a la chica no le falta. A ver si gusta el EaEa. Ahora todos, EaEa.