Si damos por cierto el viejo axioma de que “somos lo que contamos”, el Real Zaragoza queda en muy mala situación. Nada se cuenta más allá de si la pelota entra o no en la portería rival cada jornada liguera. El Real Zaragoza y, por ende, el zaragocismo son mucho más. Los valores del León que portan sus jugadores en el escudo no se deben dejar aparcados en el umbral de los ignorados o peor aún, en el de los desaparecidos. La historia pesa y hay que alimentarla.
La mayoría de los clubes realizan campañas de marca, fidelizan con clubs de empresas o animan a abonarse con creatividades que llegan al corazón de los aficionados. Sin embargo, el club señero en Aragón, nada de nada, más allá de unas tristes campañas de captación de socios que parecen diseñadas desde la desgana. Y aun con todo y con ello, veinticinco mil abonados cada año.
Las comparaciones son odiosas, pero nos sirven para abrir los ojos. El Casademont Zaragoza o la SD Huesca cuidan la marca con acciones de marketing ingeniosas independientemente del resultado del domingo. Tratan de construir en torno a esos valores que preconizan los clubes, un estado de opinión y unas interacciones para mejorar resultados de todos y de uno. Pues nada, con la entidad blanquilla no hay manera.
Está claro que no acompaña el que la propiedad vaya pasando de mano en mano y que la deuda sea un lastre. Pero el aficionado espera más del club, se merece más. También de la sociedad que lo representa. Esa afición, la que sigue al equipo a pesar de los malos resultados, mira con envidia como trabajan y qué resultados obtienen los demás. Bien harían desde las oficinas blanquillas en ponerse las pilas y desempolvar el mono de trabajo para dejar la imagen del club donde merece. La apatía no lleva a nada bueno. La pelota entrará o no el domingo, pero la imagen es el espejo del alma. Del alma blanquilla, no se olviden. Palabras mayores amigo lector. Esperamos más, mucho más.
