El fotógrafo Eric Pickersgill nos llama la atención sobre la absoluta presencia de los móviles en nuestra vida cotidiana y lo hace precisamente haciéndolos desaparecer. Están tan presentes que no los vemos. Sólo cuando los quitamos y observamos lo que queda de nosotros cuando los usamos, nos hacemos conscientes de su omnipresencia, de su poderío, de su adictividad.
Los seres humanos que quedan, son autistas juntos, pero solos; conectados e incomunicados. La ausencia de los móviles hace patente el testimonio de que los ausentes somos, en realidad, nosotros.