El histriónico periodista vasco Carlos Pumares enseñó a amar al cine a varias generaciones. Desde su añorado programa “Polvo de Estrellas” en las noches de Antena 3 Radio, fue capaz de crear un nuevo estilo de crítica radiofónica basada en la permanente discusión. Ponía en tela de juicio cualquier opinión con tal de ser el desencadenante de un rifirrafe sin final. Género en el que se movía como pez en el agua.
Con una cultura muy asentada y gran lector, no le dolían prendas a la hora de adornarse y querer abrumar a los oyentes tratando de quedar siempre por encima de ellos. Fue un creador. Supo hacer humana la crítica de cine a base de mordacidad delirante y de fina ironía, de la que era un consumado maestro.
Tras la época dorada de radio a las ordenes de su admirado Manuel Martín Ferran, se dejó ver en las páginas de La Razón, de donde nunca quiso salir a pesar de las ofertas que recibió. Solo la persuasión de otro “creador” de estilos como Javier Sardá, se asomó a la televisión desde el peculiar espacio nocturno “Crónicas Marcianas”. Solo tenía sitio en un lugar donde los “friquis” le enseñaron un camino en el que no se sintió nunca extraño. Se mimetizó con ellos y parecía uno más.
Deja como legado el haber sido capaz de crear generaciones que eran capaces de analizar las películas. Enseñó a distinguir entre lo bueno y lo malo. Fijó un criterio y a partir de ahí estabas con él o contra él. A nadie dejaba indiferente. Y cuando con el cine no era suficiente, Carlos Pumares tiraba de repertorio y con unas cuantas bandas sonoras de las que era un experto salía del atolladero sin inmutarse. No se va un periodista, se va un género. El suyo.