- Celebramos el Día Internacional de la Felicidad y en tiempos de coronavirus no podemos olvidarnos del carácter reivindicativo de esta jornada
- La crisis sanitaria nos está dejando grandes lecciones de solidaridad y nos está enseñando a valorar lo que antes pasaba desapercibido
Un 20 de marzo como el de hoy, pero del año 2012, la ONU decidía celebrar el Día Internacional de la Felicidad. Una efeméride que nacía con un objetivo claro, el de remover conciencias y dar visibilidad a todos aquellos que habitualmente carecen de ella. Ochos años llevamos celebrando este día en el planeta, reivindicando derechos humanos, entregando mensajes de esperanza a todos aquellos que sufren a consecuencia de las guerras, el hambre o la desigualdad… Pero en 2020 los desfavorecidos somos TODOS y eso nos ha hecho empatizar con alguien al que teníamos muy abandonado, el prójimo.
Sin lugar a dudas, este es el primer gran punto positivo que nos está dejando el virus COVID19, el de ponernos en el lugar de los demás y ser capaces por el bien común de crear una barrera de protección para intentar frenar su expansión y protegernos a TODOS. Una sociedad unida en la que cobran especial importancia los médicos, todo el personal sanitario y nuestro sistema de salud, que a pesar de los colapsos, está poniendo toda la carne en el asador para salvar vidas y que pone, además, en valor a la sanidad pública.
El plan de contingencia, a pesar de su dureza, ha sido capaz de hacernos frenar y pensar y, sobre todo, de hacernos retomar las relaciones de una forma diferente. Por fin tenemos tiempo para dedicarles a nuestras familias, parejas, hijos, padres, madres… Ha irrumpido la colaboración intergeneracional, la cooperación vecinal, la unión de ideas y la creatividad. Esta crisis también será recordada por el impulso de dos asignaturas pendientes en nuestra sociedad: el teletrabajo y la conciliación.
El planeta está siendo otro de los grandes beneficiados por el coronavirus. Nuestro parón le ha permitido respirar y ha hecho que los niveles de contaminación bajen considerablemente. El descenso de la cantidad de desplazamientos en vehículos a motor, la disminución de la producción industrial y el consumo se traduce en menos contaminación, aguas más limpias y cielos más claros.
La economía se colapsa pero nuestras mentes se abren, solo hay que reflexionar un poco para darse cuenta de que el mundo reclama por nuestra parte un cambio de conciencia. La amenaza global del COVID-19 ha puesto a prueba la capacidad de solidaridad y empatía de las personas.
Celebremos el Día Internacional de la Felicidad porque el ser humano saca lo mejor de sí mismo en situaciones límite.