Internet de las Cosas. El paso de la sociedad de la información a la del conocimiento. Por Ángela Medrano

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Un título premeditado, nada casual, para aquellos que leen en diagonal o para aquellos que se quedan con los titulares. Porque si algo caracteriza a nuestra época es la rapidez, mejor dicho, el escaso tiempo y, por lo tanto, el urgente trato que damos a todo o a casi todo.

Y sí además quieren hacer realidad la premisa del título, quizás decidan detenerse y leer un poco más para saber en qué consiste eso del Internet de las Cosas, un concepto, un contenedor que huele a tecnología, inteligencia artificial y un sinfín de realidades que antes formaban parte de las más osadas películas de ciencia ficción.

A estas alturas de la historia ya nadie duda de que, una vez superada la revolución industrial, la aparición de internet y de las herramientas digitales convirtió a las pantallas en poderosas puertas de acceso a información sin límite, todo está ahí y al alcance de todos o de casi todos. Tan solo piensa como eran las cosas allá por el año 1990, cuando quizás, como yo, estabas en la Universidad y las bibliotecas eran un lugar habitual al que acudías a recabar información para aumentar tus conocimientos. Y, ¿dónde estamos ahora? Pues en el punto de intersección, en un producto final (que no último), ese que se origina cuando lo analógico y lo digital se juntan cual dos océanos, con sus singularidades, su color, su temperatura… Un matrimonio muy fructífero que hará posible, entre otras cosas, que cualquier objeto, herramienta o útil que precises, puedas obtenerla o fabricarla en casa, partiendo del conocimiento digital exportado de la red, de la nube, donde la han colocado otros o incluso tú mismo, en un ejercicio de creatividad e ingeniería colaborativa. ¿Les suenan las impresoras 3D? ¿Les suena el fenómeno “movimiento maker”? Ingénielo, diséñelo, compártalo, prodúzcalo, mejórelo, véndalo usted mismo desde una web particular o desde un market global.

En esta ecuación -que no pretende emular la de la relatividad del genio Einstein-, nos falta una variable. El bombeo de internet a través de pantallas no para ahí. Por las venas y arterias de los caminos digitales en que se han convertido herramientas como las redes sociales, hemos sido capaces de conectarnos los unos con los otros, salvando distancias físicas y morales. Ahora, la conectividad es la siguiente clave. Lo siguiente es pues conectar, interconectar a estas redes nuestros objetos cotidianos convirtiéndolos en un caladero inagotable de información que filtrada, ordenada y analizada directamente se convierte en conocimiento. Conocimiento que es la base para tomar buenas decisiones. Eso siempre ha sido así, cuanto más y mejor se conocen las cosas más probabilidad tendremos de tomar una decisión correcta, afortunada y positiva.

Información puntual, a tiempo real que derive en un conocimiento que, sin duda, está llamado a mejorar la calidad de nuestras vidas… Ya somos testigos y usuarios de electrodomésticos inteligentes, coches que nos avisan de todo, casas domóticas que controlamos desde nuestros dispositivos móviles. Todo eso ya es una realidad que, en su buena y lógica evolución, transformará definitivamente nuestro mundo y entorno cuando se democratice y todo ello sea accesible a la mayoría de nosotros. Y lo hará antes de lo que piensen. Los cambios que supusieron siglos son ahora inconcebibles…

Parafraseando a Harari: Sapiens se aventura en la “jungla digital” convertido en un semidiós, longevo, pertrechado de Data… Vamos también a presumirle que no le va a faltar ingenio y valentía para hacer un uso ético de todos estos avances.

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