Ayer nos asaltaba la noticia de la muerte de Jesús Quintero, una gran pérdida para la profesión. Rehizo el concepto de entrevista y convirtió en suyos los silencios como parte fundamental de la intimidad que destilaban sus charlas con personajes de lo más variopinto. Uno de los pocos comunicadores que se adentró en el territorio, hasta entonces oculto, de las cárceles para ofrecer la libertad, aunque fuera efímera, de la palabra a centenares de presos inmersos en un mundo hasta ese momento silenciado.
Por su micrófono bañado en oro pasaron desde aristócratas, grandes de la literatura, el séptimo arte o la canción a extravagantes y peculiares personajes que acabaron por acercarse al mundo de los “normales” y ser incluso entendidos por la sociedad, gracias al universo que solo un loco sería capaz de convertir en cordura.
Descanse en paz, Jesús Quintero.