- “Cogí un paquete de papeles que eran fotocopias de los apuntes de la Facultad y lo mandé a varias agencias con un titular que decía: Lo bueno de una teoría…”
- “La publicidad de antes era más conceptual, más directa y mucho más racional”.
Como redactor publicitario, Josep Roca lleva casi cuatro décadas desarrollando campañas para agencias como Bassat Ogilvy, MRM – McCann, RMG Connect o J Walter Thompson. Como escritor, es autor de 8 libros, entre los que cabe destacar No me digas nada más, La meva ex Barcelona, Diario del chuloplaya o Levon y sus instantes, que le ha valido la atención y los elogios de pesos pesados del ramo del calibre de Enrique Vila-Matas.
Ninguna introducción le hará justicia frente a quienes no están familiarizados con su trabajo y con su obra, así que pulsemos el botón de grabar y dejemos que nos cuente él.
¿Cómo empezaste en esto de la publicidad?
Pues de una manera muy curiosa, yo había acabado la Selectividad, y una noche que estaba en Studio 54, de copas, conocí una chica mientras y le pregunté: ¿Y tú qué vas a hacer cuando cierren? Y me dijo: Voy a hacer lá preinscripción en Publicidad en la Universidad Autónoma, y yo le pregunté qué era eso, porque no lo tenía muy claro, y ella me dice: No sé, se ve que haces anuncios, y me han dicho que está bastante bien pagado. Le digo: ¿Te importa si te acompaño y me apunto yo también? Es que yo tampoco sé muy bien qué quiero hacer. Y me cogí con ella el tren para la Universidad Autónoma y aquí estamos.
¿Qué años tenías?
La carrera la acabé con 22 y empecé a trabajar de prácticas en un sitio que se llamaba BCK, que estaba en Gala Placídia, y el primer día me pidieron que subiera unos cruasanes, y yo les dije: Vale, hoy os traigo los cruasanes, pero mañana ya no. Y ya no volví.
Cogí un paquete de papeles que eran fotocopias de los apuntes de la Facultad y lo mandé a varias agencias» con un titular que decía: «Lo bueno de una teoría…«
Pero de alguna manera lograste meter el pie.
Sí, haciendo lo que sería el marketing directo antes de que existiera casi el marketing directo, porque estamos hablando de principios de los 80. Cogí un paquete de papeles que eran fotocopias de los apuntes de la Facultad y lo mandé a varias agencias con un titular que decía “Lo bueno de una teoría…”. Y un par de días después mandé un paquete de 500 folios en blanco, y un titular que decía: “…es que sea práctica”. Lo mandé a cinco o seis agencias, y te puedo decir que me contestaron prácticamente todas,
Y ahí la cosa ya empezó a ir en serio.
Sí, empecé trabajando con un señor muy simpático y gran profesional al cual le tengo muchísimo cariño que se llama Félix Muñoz que había trabajado en grandes multinacionales, como Campbell & Ewald y Bassat, Con él aprendí muchísimo, prácticamente todo lo que sé. Venía de una escuela de trabajo muy buena, que no es ninguna escuela de formación sino la del día a día.
Y desde esa primera agencia saltas a otra.
Claro, a partir de ahí fui conociendo gente y fui trabajando en diferentes agencias. Trabajé en GGK, ACP, RMG Connect, J Walter Thompson… También estuve un tiempo ejerciendo como freelance y trabajé para clientes directos y agencias como Grey EsLógico, Sidney BBC y otras. La última en la que estuve, digamos, fichando, fue MRM del grupo McCann, donde pasé seis años largos. Y ahí ya me dije: Ya está bien, ya soy mayor para estos trotes. Voy a volver a ser freelance.

Y paralelamente has cultivado prácticamente desde siempre la literatura. ¿El instinto de desarrollar relatos y novelas llega antes o después de meterte a redactor publicitario?
Mira, en la primera mitad de los 80 hubo una crisis bastante importante, y por aquel entones estaba en una agencia en la que había más tiempo libre que trabajo. Y recuerdo que de puro aburrimiento me puse a escribir un relato –por supuesto con máquina de escribir–, y lo mandé por fax a Penthouse, a Pedro Balart, otra persona a la que también he querido siempre. Creo que tardó como diez minutos en devolverme el fax diciéndome: Te lo voy a publicar, y además, a ver si me puedes mandar unos cuantos más. Nunca me lo había planteado pero leí ese fax y me dije: pues voy a escribir esto.
A la hora de ser original y creativo y sacar cosas diferentes, acotar el tema ayuda mucho.
Ya en tus primeros cuentos eróticos salta a la vista que lo tuyo no va de poner al personal, que hay una voluntad literaria y un intento por armar textos formalmente interesantes.
A la hora de ser original y creativo y sacar cosas diferentes, acotar el tema ayuda mucho. En los relatos eróticos el campo es muy abierto, aunque sea muy cerrado. Si te quedas en las situaciones estándares, crearás un relato estándar, pero si te abres se despliegan un montón de posibilidades.

Y no mucho después, publicas el que será tu primer libro, tu primera novela.
Estuve renegando de ella muchísimo tiempo. Es más, cuando sacaba libros nuevos lo eliminaba de mi biografía, pero un día me dije: al fin y al cabo es mi primer libro, me lo publicó Columna y se titulaba Empate a cero. Un día lo releí y tampoco está tan mal.
Tu mimo por el detalle de publicitario se nota muchísimo en tu obra, tu prosa ha llegado a tener el interés y los elogios de Enrique Vila-Matas.
Sí, se le hizo llegar un ejemplar de Levon y sus instantes, una novela mía que sacamos en una editorial muy pequeñita, Adicciones Porque Sí, y al parecer Vila-Matas la leyó y de pronto en un blog que tiene la recomendó. Y claro, la editorial esa pequeñita empezó a recibir llamadas de todas partes preguntando por el libro. Lo agradezco, porque yo siempre he intentado estar al margen tanto en literatura como en publicidad, me he dedicado a escribir y ya está.
¿Y lo que decía la chica aquella de Studio 54 de que en publicidad pagaban bien? ¿Demostró ser cierto?
En publicidad hubo una época muy buena en la que todo el mundo cobraba bastante bien, daba igual si estabas arriba o si estabas empezando. Te hablo desde la segunda mitad de los 80 hasta principios de los 90.
A partir de ahí la cosa va para abajo.
Sí, bueno, no sé si tiene sentido hablar de burbuja, pero se recortan medios, se economiza en todo. Antes, por ejemplo, cualquier cliente pedía un fotógrafo, ahora se tira de archivo, que te pongan fotógrafo es bastante más complicado salvo, claro, en grandes producciones. Sí, se pagaba muy bien. Y los relatos en Penthouse y en Playboy estaban también muy bien pagados, porque estamos hablando de 50.000 pesetas por tres páginas, 50.000 pesetas de finales de los 80, que eran muchísimo más de los 300 euros que serían hoy. Por supuesto a partir de ahí todo decrece.
Hay, entiendo, una nostalgia por el clima que se respiraba en los 80s y en los 90s que queda muy patente en tu último libro en Laertes, La meva ex Barcelona. ¿Cómo ves en contraposición con la Barcelona que tenemos hoy en día?
Comparar siempre es feo, pero cuando eres joven te diviertes, te lo pasas bien, y en Barcelona había entonces muchas oportunidades tanto a nivel cultural como a nivel lúdico, no había tanta tontería. Que no sé si sería correcto hablar de tontería, no sé si eso se puede decir, pero bueno. Ahora hay gente muy buena y muy interesante, la hay, y muy joven, pero en aquellos momentos te bajabas al bar de delante y se hablaba de un montón de cosas que tenían que ver con la cultura, o que tenían que ver con tu trabajo, y también de banalidades, y yo creo que ahora todo se ha reducido a banalidades. Las redes sociales no existían, y eso es importante, porque entonces el contacto se producía cara a cara, de persona a persona. Creo que lo que hay ahora, en estos momentos, es mucho postureo.
Cualquier cosa que sale te la venden como nueva, cuando si echas la mirada un poco atrás ves que no es así.
Pero hay que seguir vendiendo lo último, lo nuevo, lo revolucionario.
Cualquier cosa que sale te la venden como nueva, cuando si echas la mirada un poco atrás ves que no es así. No hace falta que te vayas a principios del siglo 20, a las vanguardias, ni siquiera al mayo del 68. No, no, miras solamente unos pocos años atrás y ahí lo ves. Todo se globaliza hacia un estándar del que no salimos. Y sí, naturalmente que echo de menos aquella Barcelona, pero también te digo que ahora no sé si sería capaz de aguantarla. No quiero juzgar.

Juzga un poco y elige una campaña de la que te acuerdes y digas: aquí la clavamos, aquí estuvimos bien. Una de la que te sientas particularmente orgulloso.
Además de la campaña, en este caso estoy orgulloso del cliente. La hicimos para una firma de seguros, Winterthur, cuando yo trabajaba en RMG, que ya formaba parte de J Walter Thompson. RMG era la agencia de marketing directo, e hicimos una campaña muy bonita junto con un magnífico director de arte con el que sigo trabajando hoy que se llama Pablo Uriburu. La campaña era para unos planes de pensiones, y recuerdo que dimos con un concepto que nos gustó, el concepto de las profesiones de futuro. Y se veía por ejemplo un señor ya jubilado, y el texto decía “aviador” y él sostenía en el aire a un niño que era su nieto. Había otra que decía “consejero”, y veías al señor mayor y al niño hablando y mirando al infinito. Otra decía “entrenador”, y los veías jugando al fútbol.
¿Y lo del plan J?
Sí, para ese mismo cliente hicimos otra campaña también con Pablo Uriburu que se llamaba “El plan J”, porque Winterthur, en sus planes de pensiones, si traspasabas tu plan de jubilación desde la entidad donde lo tenías, a final de año aparte de darte más interés te regalaban un jamón. El concepto de nuestra campaña era el plan J: jota de jamón, jota de jabugo y jota de jubilación. Y el concepto se apoyaba en el formato, que era el de un blíster de jamón como los que venden en el súper. Y recuerdo que frente a las oficinas, a pie de calle, se sacó un expositor del que se colgaron los blísters, y recuerdo a la gente parando con el coche, y cogiendo un folleto creyendo que era jamón. Funcionó muchísimo, recibió algún que otro premio, es decir, lo recibimos.
En esta profesión las cosas nunca las haces solo. Sin embargo hay mucho egocentrismo, mucho yo, yo, yo.
Con tu equipo, claro.
En esta profesión las cosas nunca las haces solo. Sin embargo hay mucho egocentrismo, mucho yo, yo, yo. Pero aunque tú puedas crear un concepto necesitas a alguien que te lo plasme gráficamente. Recuerdo una cosa que ya no se hace, pero en los años 80 cualquier anuncio que veías en prensa traía en un lateral el nombre de la agencia que lo había parido. Como si fuera un cuadro. Me sorprendía muchísimo, era como una exhibición de ego constante. Afortunadamente es una costumbre que ha desaparecido, ya no creo que haya nadie firmando sus anuncios en prensa.
Me has hablado en alguna ocasión de cómo, frente a varios conceptos o propuestas, al final no siempre sale elegido el más brillante ni el mejor. No sé si eso te habrá parecido muy frustrante.
Un poco frustrante es, al principio, luego se vuelve hábito y ya no te lo tomas mal. Se dice: Hay cambios. Nos gusta pero hay cambios. Al principio te cabreas, claro que te cabreas, pero quizás porque en ese momento estás empezando, y te crees que has hecho algo grande e importante. Puede haber una parte de valentía por parte de la agencia y puede haber una parte de valentía por parte del cliente, pero luego quien decide dice: Quizás nos hemos pasado. Mejor lo bajamos. Y eso puede frustrarte al principio, pero luego, cuando ya forma parte de tu trabajo, de tu rutina, lo único sorprendente es que lo hayan dejado todo como estaba. Sobre todo para mí, que soy el de los textos. Lo sorprendente es que no te toquen ni una coma, ya no donde digo un adjetivo, una coma. Y te dices: qué bien, celebrémoslo.
Opinar, opinan todos, y luego alguien tiene que decir: Vale, se hace esto, y punto pelota.
Es muy poco habitual.
Hay demasiada gente juzgando, creo que eso es parte del problema. Hay mucha gente que opina, y luego hay muy poca gente que decide. Opinar, opinan todos, y luego alguien tiene que decir: Vale, se hace esto, y punto pelota. A veces sucede que la primera censura, la primera capada, viene ya de dentro mismo de la agencia. del departamento de cuentas. Te decían: Mmm, sí, pero no responde exactamente al briefing del cliente. No sé si es eso lo que quiere el cliente.
Y qué quiere el cliente.
El problema es que no sabemos con certeza lo que quiere el cliente, porque el cliente nos pide algo y nosotros le sugerimos, más o menos, lo que consideramos quiere y se debería hacer. Y por ahí queda la cosa.

En tus relatos y en tus novelas, en cambio, no tienes que trabajar en equipo, ni pasar por filtros ni cortapisas. Tú mandas sobre cada palabra. Entiendo que eso tuvo que tener su atractivo.
Por supuesto que la tuvo, aunque también te diré que en Playboy me cambiaron cosas. En cualquier caso, hay mucha más libertad, es menos peligroso. Es que yo en publicidad he visto cosas asombrosas. Se coge el concepto original y uno le añade una cosa, otro le añade otra, y a algo que fue absolutamente bello y estilizado, le empiezan a salir protuberancias, cosas que ahí no van. Hay una frase del grafista Carlos Rolando que he tomado siempre como referencia: un dromedario es un galgo diseñado por un comité.
Soy como el eslogan del anuncio aquel de colonia Brummel, soy de distancias cortas.
Tu prosa literaria, además, parece muy condicionada por tu profesión. Por la concisión, pero también porque se nota que cada palabra tiene un nivel de atención loquísimo, que está ahí la voluntad de que cada frase brille con mucha fuerza.
Absolutamente, soy como el eslogan del anuncio aquel de colonia Brummel, soy de distancias cortas. Y no hay ninguna duda de que sí, eso proviene de mi profesión. Alguna vez he intentado, no lo voy a negar, armar una novela larga, pero en fin, no ha funcionado. Creo que de los libros que tengo publicados, el más largo tiene 120 páginas, y con esto ya te lo estoy diciendo todo.
¿Y a ti personalmente te ha afectado el fenómeno este de la corrección política? En el ámbito publicitario digo, pero también en el literario. ¿Cómo lo estás viviendo y qué percepción tienes de él?
En publicidad lo vivo, claro que lo vivo. Prácticamente a diario, sobre todo cuando trabajo para instituciones y para según qué tipo de clientes. La gente joven tal vez lo tiene ya totalmente integrado y dice: pues vale, no pasa nada. Pero a los copys tipo old school nos vuelve locos no poder decir que hemos hecho esta campaña “para todos”. No, hay que decir “para todos y para todas”, y si es una institución pública “para la ciudadanía”. Tampoco se puede decir “para todo el mundo”, porque se ve que es un poco despectivo.
Telita.
A veces se hace una pieza dirigida a un género y un cartel dirigido al otro, y ahí digamos todo se vuelve más flexible porque puedes decir “somos las reinas de la fiesta” y “somos los reyes de la fiesta”. Lo que no podemos hacer es reunir a mujeres y hombres bajo el titular “somos los reyes de la fiesta”. Es solo un ejemplo. El tema de género es absolutamente, como se dice en el ramo, “mandatory”. Hay que explicitar los dos géneros, y ya no entro en los otros 32 o 33 que hay, que por favor espero que nunca lleguen a la publicidad, porque entonces sí que será difícil escribir un texto de dos líneas.
Se habla todo el rato de perspectivas y a la vez hay una pérdida de perspectiva.
Claro, no puedes decir que en 1930 Picasso era machista, o sea, sí, probablemente lo era, pero no tiene sentido andar señalando desde 2023 quién era machista o no en 1930. O qué pensaríamos del Marqués de Sade, de Apollinaire, de Simone de Beauvoir, de Sartre sobre temas todavía más delicados. Se señala sin tener en cuenta el contexto, pero si dices eso empiezan las descalificaciones políticas, y de todo eso yo prefiero quedarme al margen.
¿Y cómo ves las campañas publicitarias que se desarrollan hoy en este contexto? Desde tu perspectiva de copy veterano, ¿crees que la calidad ha subido o ha bajado? ¿Lo que se hace es más interesante o menos interesante?
Hay anuncios buenos, muy buenos, pero creo que hay muchos otros anuncios que no. No digo marcas pero si te diré que los relatos que tienen determinados anuncios, estandarizados, alguno incluso casi melodramáticos, estoy completamente convencido que tú les cambias el logotipo final y podrían funcionar tanto para una tienda de muebles como para una marca de pizzas, de cerveza o de embutidos, y con eso te estoy diciendo bastantes cosas.
Creo que todos nos estamos autocensurando. Sobre todo por el qué dirán, que es una cosa muy fea y muy peligrosa.

¿Y en literatura?
También, creo que los escritores nos estamos autocensurando, que toda la gente se está autocensurando. Sobre todo por el qué dirán, qué es una cosa muy fea y muy peligrosa. Sí, los dos ámbitos están afectados, sobre todo, creo, porque están globalizados, esa es para mí es la palabra.
Todo se vuelve genérico e impersonal.
Insisto, hoy a veces puedes cambiar un anuncio de marca sin que se note nada raro, da igual si se te están vendiendo embutidos o muebles o pizzas, y por el camino te explican unas historias larguísimas. Historias en las que aparece el producto y aparece gente, que es como en estos momentos la sociedad percibe a las familias, para que los que lo ven se sienten reflejados. No digo que esté ni bien ni mal, porque hay anuncios con una producción alucinante, pero en fin. Son historias de un minuto, y ya no te hablo de las versiones de dos minutos o más para redes y YouTube, incluso algunos al final además te dicen: continuará.
La publicidad de antes era más conceptual, más directa y mucho más racional.
¿Cuál es entonces la publicidad que a ti te interesa?
La publicidad de antes era más conceptual, más directa y mucho más racional con detalles emocionales, por supuesto. Y para vender un desodorante, para simplemente decir que cuidaba la piel, te mostraba en cámara lenta un beso en una axila en un plano fijo de 20 segundos. Me parece que estaba dicho todo. No hacía falta explicar más. Yo creo que se ha perdido esa chispa conceptual, que en realidad fue toda una corriente. Pero sin querer entrar en nostalgias creo que todo aquello era bastante más interesante y más creativo desde el punto de vista de la realización del concepto.
En la realización de ahora los planos tienden a durar nanosegundos.
Te pondré otro ejemplo: el famoso anuncio de Danone de “aprende de tus hijos”, que me parece maravilloso. No se necesita más que un plano fijo y una cucharita y una boca. El niño dando de comer al padre, y ahí se están diciendo un montón de cosas, Antes acababa el anuncio y te acordabas de la marca. Ahora es muy jodido.
Cómo puedes hacer campañas para Instagram sin tener Instagram, me preguntan. Y yo les digo: Pues mira, de la misma manera que he trabajado para Mercedes Benz y ni siquiera tengo carné.
Hablando de anuncios para YouTube, ese es otro tema que definitivamente ha supuesto cambios en nuestra sociedad, la irrupción de las redes sociales. Tú eres un resistente en sentido, porque no estás presente en ellas, lo cual es ya de por sí bastante insólito, más teniendo en cuenta tu profesión. Por fuerza has tenido que lidiar con ellas como copy.
Las redes son como todo, una herramienta que si se sabe utilizar es maravillosa. Yo hago campañas para Instagram para varios clientes, y a veces y me dicen: No tienes Instagram. Ya, digo yo. Y cómo puedes hacer campañas para Instagram sin tener Instagram. Y yo les digo: Pues mira, de la misma manera que he trabajado para Mercedes Benz y no tengo ni siquiera carné de conducir. He trabajado para Winterthur y no tengo seguro de auto, claro. Insisto, es un medio maravilloso si se sabe utilizar y se sabe introducir contenidos que al mismo tiempo sean entretenidos, didácticos y que vendan, que es lo que están haciendo las grandes empresas.
Las redes están muy bien si las sabes utilizar, el medio es el mensaje, como decía McLuhan.
No estar en redes es no existir.
Sí, y sin embargo yo tampoco veo una marca que sea capaz de soportarse solo en redes sociales. No te hablo de una tienda de bisutería, ni de una charcutería, te hablo de alguna marca importante. Igual existe, pero lo dudo. En cualquier caso las redes están muy bien si las sabes utilizar, el medio es el mensaje, como decía McLuhan. Son simplemente un soporte nada más, como en su momento lo fue la TV, la prensa, que cada vez lo es menos. O como el marketing directo, que es un soporte que ya no existe como se conoció. Se le mandaban al cliente sobres y cajas en un único envío o en envios sucesivos con objetos que sorprendían y estabas vendiendo, por supuesto porque respondían a una estrategia y a un objetivo, y esos envíos se recordaban. Nos divertimos mucho con ello.
A lo mejor hoy ni abrirían la caja, demasiada dispersión.
Ahora hay otros medios, claro. Siguen existiendo los medios, digamos, tradicionales –prensa, televisión, radio–, pero se puede decir que el marketing online mató al marketing directo que conocimos. Internet y todos los soportes y canales que conlleva, sueltan muchísimo mensaje, muchísima información, mucho bombardeo y simplemente se trata de hacer criba. También entiendo que puede ser una brasa para los escritores que mantienen sus redes y su blog y su canal de YouTube y tal, Yo prefiero darme una vuelta por una librería y tomarme una cervecita con el librero y que me cuente.
Hemos hablado de las campañas de las que más orgulloso te sientes. ¿Por qué libro o libros tuyos sientes particular cariño?
Echando la mirada para atrás y tuviera que elegir, supongo que me quedaría con No me digas nada más y con Levon y sus instantes. Luego, a nivel de erotismo, tal vez Encuentros y extravíos. Y también me alegra haber escrito el Diario del chuloplaya, porque ahora sería absolutamente imposible publicarlo.
Levon es conceptual, como la publicidad de la que hablabas.
Es que Levon y sus instantes para mí es una metáfora absoluta de la sociedad de hoy. Tienes a un señor, a un marinero, en un barco atracado en un puerto de un país africano donde hay una guerra. Lo han abandonado porque él tiene una nacionalidad que no se le reconoce, y ahí se queda, solo en el barco, diciéndose qué coño hago aquí, cómo voy a irme de aquí. Tengo miedo de que entre alguien en el barco pero poner el barco en marcha no sé, y no tengo huevos de salir porque afuera hay una guerra y seguro que me fríen. Es una reflexión, una metáfora de eso que decía Pascal de que la infelicidad del hombre se basa en su incapacidad para quedarse quieto. Este hombre, por descontado, no puede estarse quieto. Lo que quiere es volver a casa.
A mí el humor me interesa mucho, porque sin humor estamos todos jodidos.

No me digas nada más es la del pintor.
No me digas nada más es una sátira, y al mismo tiempo un retrato de un pintor que existe. Sucede en los 80, donde se cuenta la historia de este pintor, que pinta de puta madre pero se ve condicionado por un montón de cosas que ni le vienen ni le van, pero por las que tiene que pasar igualmente. Hay humor, porque a mí el humor me interesa mucho, porque sin humor estamos todos jodidos. Y en fin, que tenemos a este tipo pensando yo pinto estoy muy bien, yo me muevo para encontrar exposiciones, pero me están pasando una serie de cosas –como las que nos pasan a todos–, absolutamente ajenas a lo que yo realmente estoy haciendo.
Decías que Diario del chuloplaya sería hoy impublicable.
Diario del chuloplaya es un retrato social absoluto de lo que yo conozco de la Costa Brava de los años 80, donde todos los chavales de extrarradio y no se iban directamente a cazar guiris, a gente que vive en países donde llueve 300 días al año y que pasan unos cuantos allí. Y el personal dice: Pues nada, ahí vamos. No es el la caspa de Fernando Esteso y el que llegan las suecas , es un retrato social, extrapolable a lo que sigue pasando, simplemente se cuenta lo que sucedía en aquel momento, cuando no había móviles que grabaran.
Desde 1980 hasta ahora, no creo que el ser humano haya evolucionado mucho que digamos.
Cambian las miradas y los discursos, pero hay cosas que no cambian.
Yo el mamading lo vi ya en Blanes en 1980, no es nada nuevo, sólo cambian las copas. Ahora serán de Vodka caramel y antes eran de Licor 43, da lo mismo. En 1980 el mamading ya existía, lo que pasa es que no había móviles ni nadie grabando, y si alguien llevaba una cámara, ya podía andarse con cuidado de que no se la levantaran. Con lo cual, desde entonces hasta ahora, no creo que el ser humano haya evolucionado mucho que digamos.
No es fácil de refutar eso.
Diario del chuloplaya es novela picaresca, como podría serlo El lazarillo de Tormes. Un retrato de los espabilaos de extrarradio, y no tan de extrarradio, que van ahí del palo “tú like danse en el Revolution”.

Además es un libro único por su uso del catalán fonético.
José Luis Muñoz, que fue el ganador de la Sonrisa Vertical en 1990 con una novela que se titulaba Pubis de vello rojo, que está muy bien, además, y que, curiosamente, escribía relatos en Playboy y en Penthouse la misma época que yo, con lo cual coincidimos y nos leímos aunque nunca nos conocimos, recientemente me hizo una reseña muy maja en la que decía que Pompeu Fabra y Ramon Llull me correrían a escobazos, que yo encajaba perfectamente con los surrealistas franceses, y que en tiempos de la Inquisición mi libro y yo arderíamos en la hoguera.
Que en el libro se hable en catañol le da mucha verosimilitud, el catañol es para muchos de nosotros nuestro idioma.
Esa es otra cosa que tampoco acabó de entender. En los 80 y en los 70 se mezclaba en una misma conversación catalán y castellano y no había ningún problema
Pero se sigue mezclando exactamente igual, ¿no? ¿No te parece que los medios proyectan una imagen muy poco realista de catalán y castellano como idiomas estancos cuando en realidad lo que impera es el catañol?
Desde luego que hablamos catañol. Una parte muy importante de Barcelona, seguro. Yo no sé lo que pasará por Lleida porque no vivo ahí. Pero sí, en Barcelona se mezcla el catalán con el español y me da exactamente igual, sólo faltaría que a estas alturas de la partida nos diera por la pureza. En mi novela también hay frases en inglés y en francés tal como suenan , y no porque pretenda hacer burla de nadie, sino porque la gente habla así y me divierte.

A mí a veces me gusta escribir en castellano y a veces me gusta escribir en catalán. Aunque en catalán cada vez me apetece menos, porque parece que me lo impongan, y eso ya no me gusta.
Además, tú tienes bastante obra en catalán: Está Potser, está La meva ex Barcelona, está Això és Ràdio Pica…
Sí, a mí a veces me gusta escribir en castellano y a veces me gusta escribir en catalán. Aunque en catalán cada vez me apetece menos, porque parece que me lo impongan, y eso ya no me gusta.
Cuando Diario del chuloplaya salió y se leyó, nadie se ofendió ni nadie pensó nada raro.
Porque como digo es un libro absolutamente real publicado hace 10 años pero escrito hace 20. Lo que pasaba en Lloret y en Blanes es lo que pasaba en Magaluf antes de que la gente supiera que Magaluf existe. Claro, en estos momentos no me gustaría que saliera una reseña de esa novela en El País o en El Mundo o en el ABC, a menos que el crítico –o la crítica, vamos a utilizar el género–, entendiera que lo que ahí se cuenta está ambientado en una época concreta, como te comentaba antes
¿Y ahora? ¿Tienes algo nuevo en marcha en el terreno literario?
Estoy con un librito en el que colaborarán ilustradores del mundo de la publicidad. Yo publiqué relatos en Playboy y publiqué relatos en Penthouse, pero no publiqué nunca en Hustler, y se me quedó esa espinita. Entonces se me ocurrió una idea: la invasión de las chicas Hustler a la Mansión Playboy, pero con el añadido de que Pierre Louys, uno de los escritores a los que más admiro, está allí presente con una cámara para fotografiarlo todo. Saldrá, suponemos, pasado el verano, en una edición pequeña, con 15 ilustradores que ya estamos recopilando. La idea es: vamos a divertirnos un poco.
Escribir anuncios es la segunda mejor manera de ganarse la vida escribiendo. Ahora preguntarás cuál es la primera.
Como copy también te has diviertido lo tuyo.
Santiago Rodríguez, que fue el pionero del marketing directo en España, que fundó Dimensión Marketing Directo, escribió un libro que se titulaba Creatividad en marketing directo: Si he aprendido yo, cómo no vas a aprender tú. Lo que más me gustó de aquel el libro fue la cita con la que se encabezaba, aunque ahora obviamente ya no sea aplicable. La cita decía: “Escribir anuncios es la segunda mejor manera de ganarse la vida escribiendo. Ahora preguntarás cuál es la primera”.
Cuál es la primera.
Las cartas que los secuestradores escriben a las familias pidiendo un rescate. Ahora que casi nadie escribe cartas, lo harían con un email, un guasap, supongo. Escribir publicidad está muy bien. A mí mi trabajo me encanta y jamás me escucharás decir: estoy hasta los huevos de mi trabajo, ni cosas de esas. La prueba está en que voy camino de los sesenta y sigo en ello con ganas. Creo que es un trabajo interesante. Pero claro, todo ha cambiado, y esa cita ya no aplica. Léesela a un chico o a una chica que esté hoy en prácticas, de esos a los que cuando los cogen les dicen: te pago 100 euros, o 150, y te doy la tarjeta de metro. A lo mejor te escupen a la cara, y con razón.