Esta entrada se ha publicado en www.elpostblanco.com y contamos el permiso del autor para su reproducción en Extradigital. No dejen de visitar la página para no perderse la visión del periodismo y la comunicación del profesor y periodista Juan Carlos Blanco. Imprescindible.
Que la crisis del coronavirus está retratando a los dirigentes políticos de casi todo el planeta es algo que empieza a ser un lugar común, un concepto manido que no merece mayor discusión. Somos conscientes de que el comportamiento de los grandes líderes está siendo examinado en tiempo real por millones de personas a través de los medios de comunicación y de las redes sociales.
Y también asumimos que cuando esta crisis termine y pase a ser un recuerdo trágico en las memorias de los ciudadanos, también le pasará factura a quienes no hayan dado la suficiente estatura moral y política. Presidentes, ministros y reyes viven su particular Selectividad. Y no todos van a pasar este examen con nota.
Pero creo que perderíamos la perspectiva si no nos damos cuenta de que los políticos no son los únicos examinados por la crisis del coronavirus. La pandemia está también retratando a las empresas, sin importar su tamaño y volumen, a los colectivos profesionales y sociales y a los ciudadanos y trabajadores de a pie. Y algunos tampoco están saliendo bien parados de este ejercicio.
Los principios y valores de las empresas
En el caso de las grandes empresas, quizás algunas no se estén dando cuenta de que, en esta situación tan excepcional, los ciudadanos no sólo les exigen que mantengan sus cuentas de resultados a toda costa, que es su deber, sino también que muestren empatía y un compromiso con la comunidad que vaya más allá del mero cumplimiento de las directrices que les ordenen las Administraciones.
Nadie les reclama que se comporten de forma inconsciente con sus cuentas corrientes ni que saquen un carácter heroico que no tienen porqué tener, pero sí se les exige algo de sensibilidad y de espíritu solidario ahora que tanta gente tiene miedo, que tengan algún gesto con la gente, que se les note su humanidad.
Una empresa no sólo construye la marca vendiendo bienes y servicios, sino mostrando que tienen principios y valores. La mayoría lo entiende así, pero otras no.
Todos tenemos en nuestras mentes y vemos cada día ejemplos cercanos de personas, empresas e instituciones que están demostrando un coraje cívico que nos emociona porque nos llega al corazón, pero también de otras cuya frialdad y falta de empatía roza límites patológicos.
Estas últimas quizás no se den cuenta, pero están incubando un problema de reputación que puede resultarle muy dañino para sus intereses a no muy largo plazo. Las empresas no son entes abstractos gobernadas por algoritmos o por robots. Las componen personas que trabajan con personas y para personas. Y es ahora, en un momento tan duro como el que estamos viviendo, cuando lo tienen que demostrar.