El peligro al que nos exponemos en las redes sociales y la convivencia familiar en un mundo donde lo físico y lo virtual hace saltar por lo aires el ansiado equilibrio, son además de dos grandes temas de nuestro tiempo, las líneas delgadas («entre la verdad y la mentira, el bien y el mal») sobre las que reflexiona Juan Ramón Lucas (Madrid, 1958) en su última novela («Agua de Luna», Espasa). Amablemente, marca de la casa, nos abre la puerta de sus inquietudes en este entrevista .
¿Qué le lleva a centrar su segunda novela en las mártires de la yihad?
Más que una historia sobre el yihadismo, cuento una historia de padres e hijos, sobre la vulnerabilidad que tenemos todos antes las redes sociales. Qué hace que una chica de vida burguesa, relativamente confortable, en una sociedad occidental, le lleve a dar un paso tan devastador como convertirse en yihadista. A partir de ahí, expongo todos los demonios sobre los que cavilo, y ordeno todas las incertidumbres que me preocupan como ciudadano, y que como escritor me permito indagar. Al final me sale una historia en la que te das cuenta de las cosas que desconoces y del hilo tan delgado, tan delicado, entre la verdad y la mentira, el bien y el mal.
¿Es un peligro que tenemos a la vuelta de esquina? ¿Es más fácil caer en una de estas redes de lo que realmente creemos?
Absolutamente. Situaciones tan extremas como que tu hijo o tu hija caiga en estas redes del Estado Islámico sucede mucho más de lo que creemos pero no es fácil. Aun así, es evidente que no tenemos conciencia cómo se mueven en el ciberespacio toda clase de terroristas, manipuladores, los que provocan crisis. Hay un poder oculto y antidemocrático que no conocemos. A las pruebas me remito. Día a día desnudamosnuestra vida en las redes sociales sin ningún problema y con una frivolidad insólita y peligrosísima. Contamos cuando nos vamos de viaje y casi como es la casa. El hábito de creer que la red social como si fuese un universo privado que controlamos es un error que seguimos cometiendo.
Creer que las redes son un universo privado que controlamos es un error que seguimos cometiendo
En todo esto, juega un papel crucial las redes sociales, la informática, el ser nativo digital. ¿Cómo la seña de identidad de una generación se puede convertir en arma de doble filo? No deja de ser esto el paradigma de Greta, la protagonista de la novela …
Ella representa una generación que ha crecido digitalmente, ha aprendido a vivir en este mundo y beneficiarse de las ventajas de esa comunicación digital. Conoces más temas, se comunica con cualquier lugar del mundo en cualquier momento. Pero al mismo tiempo asume unos riesgos de los que no es consciente porque desconoce que el mal, el delito, el daño que pueden sufrir tiene lugar fuera de las redes sociales. Detrás hay personas de carne y hueso que se sientan delante de un ordenador, igual que ella, para hacerte ver el mundo a través de la parte que quieren hacerte ver. A través de un mapa te hacen confundir todo el territorio.
Quiero contar a través de una situación extrema, la vulnerabilidad de los jóvenes que tienen en las redes y en general que tenemos todos que no somos conscientes del peligro a donde nos puede llevar.
Todo ello también deriva de la paradoja de estar “más interconectados” que nunca en la historia, y con más historia de soledad, dudas; de buscar ‘paraísos soñados’ cuando vivimos en la realidad occidental, que se supone aunque se por comparación de la abundancia. Vaya caldo de cultivo …
Hay una falta de perspectiva y una gran paradoja. En un universo hiperconectado estamos más desconectados que nunca. Confundimos los términos. Llamamos amigos a uno que nos sigue en una red social, cuando amigo es quien te coge de la mano y te consuela de verdad. Es como dice Miguel Ángel Aguilar en alguna ocasión, “en momento de inundación es cuando más falta agua hace”, porque falta agua potable, la que nos da la vida.
Ese mundo que se construyen muchos adolescentes, que lleva a baja autoestima, a carencias afectivas, a creer que el mundo es otra cosa, a confundir mundo real con mundo virtual, es el caldo de cultivo perfecto en este caso para el terrorismo de Estado Islámico. Lo que yo quería contar a través de una situación extrema, es la vulnerabilidad de los jóvenes que tienen en las redes y en general que tenemos todos que no somos conscientes del peligro a donde nos puede llevar.
¿Cree que los medios de comunicación podrían hacer algo más para alertar de los riesgos, hacer mas pedagogía y no criminalizar determinadas situaciones? Igual con más análisis y contexto. A veces nos gusta mucho jugar a “Ángeles” y “Demonios” …
En este universo tan elemental y banal se tiende a la polarización y visión entre buenos y malos; a los contrarios, perdiendo los matices. Podemos hacer más y mejor. Ser más didácticos, atrevernos, empáticos, contando las cosas de forma más cercana a la gente y advirtiendo sobre los riesgos. Pero no creo que sea particularmente una responsabilidad de los medios de comunicación sino un cuerpo social que se lanza a las redes porque ahí se mueve el dinero y la economía
Muchas gracias y buena suerte.