“Me extraña estar en la televisión pública que valida a Junts y valida a Trias, la verdad”, responde la poeta y actriz Juana Dolores apenas entra en escena y le preguntan por su libro. Yo he venido aquí, dice explícitamente Juana, “para cagarme en todo”.
Sucedió en Més 324, el programa que presenta Xavier Graset, en un clip que en Catalunya se hizo viral casi inmediatamente, y que en días subsiguientes ha ido propagándose por toda la península, despertando todo tipo de reacciones. Nos llevamos las manos a la cabeza con el ascenso de VOX pero que Trias haya ganado en Barcelona, viene a decir Juana, nos parece bien. “Ojalá caiga un meteorito y lo reviente todo”, sentencia.
Desde estas primeras intervenciones queda diáfanamente claro Juana Dolores, a diferencia de Francisco Umbral, por citar a otro celebérrimo viral, no ha venido a hablar de su libro, sino de gente en paro, de líderes políticos caducos, de cosas serias en definitiva. “A mí me da igual mi libro, me da igual la librería Ona y me da igual todo –prosigue Juana Dolores–. Yo lo único que quiero es que las clases trabajadoras se organicen y pete todo de una vez”.
Xavier Graset observa divertido el huracán que le sopla en plena cara. “Es que yo no sé cómo no les dices a tus tertulianos –le espeta Juana–, que no sé si los escoges tú o si te los imponen, que espabilen y que tomen partido. No puede ser que estéis aquí en la televisión de mi país cobrando una pasta. ¿Cuánto cobras? ¿Cobras tres mil euros? Seguro que Iolanda Batallé cobra más de tres mil euros y por eso defiende a Trías. Me parece vergonzoso lo que hacéis. Y que aquí, en la tele, en la tele pública, no pase nada. Todo suavecito, como si estuvieráis hablando de la compra del Mercadona”.
Juana es inmisericorde, no deja títere con cabeza. Pilla la CUP, a quienes define como “unos hippies que hacen Gestalt y cosas de esas”, pilla Ada Colau, “que tiene un gabinete de prensa que lo hace fatal”. Pilla por supuesto Trias, a quien se tacha de “puto viejo” y para quien se pide que lo defenestre otro meteorito, y pilla TV3 al completo.
“Es una vergüenza, de verdad –insiste Juana–. Tenéis una responsabilidad política si estáis trabajando en la televisión pública”. “Intentamos hacer un buen trabajo”, trata de atajar Graset. “No lo hacéis –sentencia Juana–. A ver si dimite de una vez el director y la cúpula que está detrás de TV3 y hacéis algo mejor, y entran jóvenes. Pero no lo hacéis”. “Estamos sometidos a un control”, sostiene Graset. “Sáltatelo, como me lo estoy saltando yo ahora –dice Juana–. No me expliquéis vuestra vida. Saltároslo”.
Sería difícil negar que el salto que da Juana por encima de los mecanismos de control televisivo resulta extremadamente estimulante en estos tiempos de pleitesías declaradas, de tibieza infinita, de comunicación estandarizada. Mucho más que la presentación de cualquier libro. En Més 324 se habla, en definitiva, bien poco de Rèquiem català. I si una nació desfilant per una catifa vermella, el poemario que Juana venía al programa a presentar y que, por otra parte, y de acuerdo con su autora, propone “desmontar la catalanidad institucional, orquestada por las clases dominantes de este país, porque la catalanidad es múltiple y está en las calles”.
Juana Dolores se siente instrumentalizada como la charnega del régimen y, qué duda cabe, también en esa hipótesis está en lo cierto. Juana: para empezar, Xavier Graset no solamente gana más de tres mil euros mensuales, sino que se embolsa más de cien mil al año, y sabe perfectamente que está viviendo un momento televisivo de oro cuya única posible consecuencia puede ser más popularidad para el programa que conduce, que todo está atado y bien atado, de ahí la entereza y el humor con que te escucha. Decía precisamente Umbral que la gente no quiere la verdad, que no la merece, que en esta vida hay que ir con la mentira por delante. Son malos tiempos para la lírica y malos tiempos para la ingenuidad.