En él, todo era grandilocuente. No se le ponía nada por delante y si no podía con ello, al final, lo compraba. Berlusconi que inició su vida como cantante de cruceros, acabó con tres presidencias del gobierno italiano y como magnate de los medios de comunicación con el imperio de Mediaset a sus pies.
Se le daba por amortizado tantas veces como las que le costaba sobreponerse a los duros golpes que la justicia, las urnas, la enfermedad, las mujeres, las operaciones de estética y las audiencias le fueron dando. Su gran pasión, los medios de comunicación le llevaron a aterrizar en España de la mano de una novedosa Mediset que cambió el lenguaje y las formas de hacer televisión.
La irrupción en las pantallas los domingos por la noche de las míticas “Mama Chicho” fueron como un soplo de aire en una televisión que olía a naftalina. Coqueteaban con las cámaras, bailaban y hacían playback. Todo ello con unas piernas interminables que lucían a troche y moche sin ningún remilgo. Ligó su nombre en los inicios en España al de Emilio Aragón y como buen visionario hizo “bingo” a las primeras de cambio. Un pionero de la televisión por cable, fue quien puso en valor el papel de las televisiones privadas.
Tan odiado como querido
Un magnate de los medios, que sin saberlo bien pudo ser él, y no otro, el creador del estilo Trumpista, tan en boga ahora mismo. No dejaba indiferente a nadie. Tan odiado como querido supo vivir en el filo de la navaja y llevar a sus medios de comunicación a cuotas de poder y rentabilidad verdaderamente envidiables. Fue un revolucionario en el mundo de la publicidad.
Ahora, el adiós de “Il Cavalieri” deja un vacío difícil de llenar. Son de esa clase de personajes que aparecen de ciento a viento y que levantan las alfombras allá por donde pisan. Insaciable para casi todo se apoyó de forma decisiva en sus medios de comunicación para crear un estilo que como la gota fría fue calando. En España, Mediaset, ahora propiedad de su familia llora hoy la muerte de un patriarca que le dio la velocidad que necesitaba para hacer de un estilo propio un negocio tan rentable como polémico. Vamos, el estilo Berlusconi.
