Existen redes digitales, redes de contactos, redes de influencia, redes de conectividad, hasta redes mafiosas. La red, como fenómeno de comunicación, es clave en nuestros días.
En este sistema de networking comunicacional abundan los “influencers”, los nuevos predicadores de la era de la imagen; personas que se convierten en prescriptores de opinión, la mayoría, a través de la imagen: YouTube, Instagram,… Y son buscados por las grandes marcas y también por los grandes poderes para influir en la sociedad. Como grandes mesías, algunas personas con capacidad de persuasión, son los gurús del momento. De hecho, algunos políticos de nuevo cuño se han convertido en este remedo de gurús. Ellos mismos son la fuente, el mensaje y el vehículo de teorías políticas que rozan el populismo.
Las redes son objeto de estudio e investigación en marketing y comunicación por su capacidad de trasladar mensajes a velocidad ultrasónica y a nivel planetario a través de internet. Con motivo de la reciente conmemoracion del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, aprovecho la ocasión para hablar de una red que existe desde tiempos inmemoriales, pero que es infalible y e imperceptible, en ocasiones, a la analítica web, que funciona y que, a pesar de las dificultades para alcanzar la igualdad entre géneros, persiste en todas las sociedades. Es la Women Connection, una red colaborativa de comunicación que, sobre todo, funciona en las relaciones personales.
La Red de las Mujeres
No es cuestión de datos, ni tampoco de estadísticas, aunque si nos ceñimos a los estudios se puede constatar que en multitud de sectores esta red funciona y que contribuye a la mejora del mundo. En cuestiones de comunicación, según el último Global Media Monitoring Project GMMP, que fue publicado en 2015 (se publica cada cinco años), en España las mujeres constituyeron el 28% sobre las personas en las que se enfocaron las noticias de prensa, radio y televisión, lo que evidencia la “invisibilidad de las mujeres en la comunicación”. En el ámbito digital, el porcentaje se eleva las 32%. Un dato más respecto a la temática.
Las mujeres como objeto de información son una minoría, excepto en las que están relacionadas con crimen y violencia, que representan el 51% del total. En el área de política suponen un 31% y en economía, el 20 %. Como fuentes de información, la mayor presencia de la mujer procede de la opinión popular, el 43%; experiencia personal, el 37%, como sujetos de las noticias, suponían el 35%, y solo el 9%, como expertas.
Esta evidencia, que en términos de igualdad supone un fracaso para el género, nos lleva a otra realidad que, aunque no debe suponer una razón de satisfacción, sí que refuerza la tesis que he expuesto al principio del artículo. Existe entre las mujeres una red invisible que nos une y facilita la vida. Una corriente que se expande como la electricidad entre las neuronas para crear conexiones, relaciones que, en última instancia, nos ayudan a conocer y gestionar el mundo de manera más eficiente. Este hecho nos lleva a tomar en serio el empoderamiento de las mujeres, como forma de avance económico en las naciones.
“Datos empíricos procedentes de distintos países muestran que incrementar la proporción de ingresos del hogar controlados por las mujeres modifica los patrones de gasto en formas que benefician a hijas e hijos”, plantea el informe sobre Empoderamiento Económico de las Mujeres, de Naciones Unidas. También se asegura en el portal de ONU Mujeres que “el empoderamiento económico de la mujer es un buen negocio. Las empresas se benefician enormemente al aumentar las oportunidades en cargos de liderazgo para las mujeres, algo que ha demostrado aumentar la eficiencia organizacional. Se estima que las compañías donde tres o más mujeres ejercen funciones ejecutivas superiores registran un desempeño en todos los aspectos de la eficiencia organizacional”. Hasta que lleguemos a la paridad de género en el trabajo, en las relaciones sociales y en el hogar, las mujeres seguimos ejerciendo nuestras habilidades, nuestra conectividad de género para funcionar en el mundo. Es la red de la solidaridad, de la confianza, del trabajo en equipo. Una red que, aunque resulte sexista en la forma de plantearlo, es inherente a la condición de mujer.