La verdad, asunto de Estado

Una investigación reciente revelaba que el 93% de los españoles habían recibido fake news o bulos durante el inicio de la pandemia. Un porcentaje intolerable en el momento de más incertidumbre de la historia reciente. Y es que, desgraciadamente, el fenómeno de la desinformación ya es cotidiano. No es nuevo pero su crecimiento se ha resuelto exponencial tras a la irrupción con fuerza de las redes sociales.

Se tratan de Big Little Lies que van minando la credibilidad y confianza de las instituciones; generando confusión en la ciudadanía, y que arriman más caos a esta «nueva normalidad». A río revuelto … ganancia de especuladores políticos, magnates y otros tipo de mangantes. Luego está también el pillo que saca dinero en función del tráfico que genera el meme, audio o vídeo. Y ya si de paso te roba tus datos, influye en tus comportamientos y le ayudas a propagar la mentira (o el virus), pues mejor que mejor para ellos.

A todo esto el Gobierno de España quiere ponerle coto. Pero en vez de generar un debate amplio, como la generación de un Libro Blanco por ejemplo, con periodistas, empresarios de los medios, directivos de las tecnológicas, especialistas universitarios, profesionales del Derecho …. ha optado por la frialdad de una orden ministerial.

A través del BOE, se ha generado una estructura integrada por el aparato del Estado, y no se ha explicado suficientemente bien el para qué. El resultado: que otros lo explican por ti. Y no han sido de la manera más pedagógica:«Vuelve la censura», el ‘Ministerio de la Verdad’, el Gran Hermano de la Moncloa, Fraga Returns …

No creo en las teorías conspiranoicas, ni pienso que el afán anti-fake del Gobierno vaya más allá de atajar el ciberterrorismo y la delincuencia informativa organizada. O que traten de evitar campañas que pongan en peligro la seguridad nacional. ¿Pero para eso no están los jueces, la policía, la guardia civil o el Ejército?

Arrancar un compromiso para reducir los niveles de desinformación por orden ministerial es difícil, digamos que imposible. Esta guerra, o ciberbatalla, la tenemos que jugar todos juntos. Con diálogo, participación, cooperación y sumando voces. También en las aulas, promoviendo la alfabetización mediática y el pensamiento crítico en la Universidad. En definitiva, con altura de miras, luces largas. Con menos Partido, y más Política. Algo así como si, digámosle, se tratase de un asunto de Estado.

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