Es frecuente que en los spots televisivos de familias unidas y amigos felices, el creativo –salvo que los anuncie, claro– haga desaparecer los dispositivos tecnológicos para que todo sea comunicación en directo, ambiente alegre, festivo, relacional, vitalista… lo cual –como una fotografía en negativo– revela muy bien la incompatibilidad que el creativo detecta entre vida y tecnología.
No es tan frecuente, en cambio, el alegato directo contra la intermediación tecnológica que anime al personal a vivir en vivo y activamente en lugar de seguir sentado y pasivo viendo cómo viven los demás. He aquí un caso:
Se trata de una publicidad que pretende crear un vínculo emocional entre marca y consumidor, con formatos que aporten valor a la personalidad de la marca y consoliden complicidades con el consumidor, mediante la creación de un mensaje con el que este se identifique. Bueno.
Pero, mientras tanto, bienvenido sea el mensaje y el valor aquí contenido, aunque se extraiga de ese río denso de consumo audiovisual: levantarse del sofá, mover los músculos del alma (abotargados en las imágenes de la pantalla de cristal), disfrutar en vez de matar el rato.
¡Vamos, lector, deja de leer y apaga el ordenador! ¡Levántate y anda!