Mario Garcés, además de Secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, es exconsejero de Hacienda del Gobierno de Aragón. Sin embargo, en esta ocasión, la colaboradora de ExtraDigital Ángela Medrano, quiere detenerse en su faceta quizás menos conocida, pero no por eso menos prolija, la de comunicador y contador de historias. Con este escritor, político, estadista, comunicador, jacetano,… se adentran, de la mano de la literatura, en el territorio actual y controvertido de la comunicación política, bebiendo de fuentes tan clásicas como Maquiavelo o Churchill con el permiso de Baltasar Gracián.
- Hablemos de política, más bien de Comunicación Política. En los últimos años han cambiado mucho el estilo y las formas, pero se me antoja que nada se puede comparar ni superar los discursos de un tal Churchill o las estrategias que ya proponía Maquiavelo en El Príncipe. ¿Está matando el marketing la verdadera comunicación nacida para seducir?
- Sin duda, y ese es uno de los problemas críticos de la actualidad política. Hay formaciones que buscan la oportunidad sobre la base de estudios demoscópicos y encuestas de encargo para hallar donde buscar graneros de votos. A eso le suman una estrategia de comunicación basada en cierto lenguaje moderno y un liderazgo renovado y sin corbata. Y ya está. Pero cabe preguntarse qué es lo que hay detrás. Realmente nada. Un producto de lanzamiento efímero sin control de calidad. Además están los que necesitan pronunciar un discurso decisivo a cada instante, como si en cada momento se diese la posibilidad de modificar el mundo. Son los adanistas, que acaban convertidos, al fin y al cabo, en un grupo de perdonavidas extremadamente peligrosos. Su propia precipitación, su deseo inabarcable de rellenar cualquier medio a todas horas, su vacuidad intelectual, les llevará hasta su extinción.
- ¿Y qué tipo de comunicación prefiere usted?
- Como ha indicado, hasta Churchill era hombre de un gran discurso cada año, de esos que dejaban poso y obligaban a reflexionar. Personas como yo, que vivimos del liberalismo y del humanismo, no necesitamos lecciones a cada hora ni catecismos revolucionarios de sociedades líquidas. Basta con tener unos fundamentos básicos y las ideas claras, para abominar de los mesianistas y de los voceros de palabra incontenida.
- Precisamente en su último libro El Antipríncipe dedica todo un capítulo a la Comunicación del buen Antipríncipe. En esa antítesis escribe “desista el Antipríncipe de intentar mejorar la comunicación porque es tiempo y energía perdida”. “Innecesario resulta el canal cuando imposible es alcanzar las mentes esquivas de los destinatarios…”. Esto no cuela en un momento en que los ciudadanos están más formados e informados que nunca. Ahora el problema es otro: la infoxicación ¿Qué opina?
- El Antiprincipe es un ejercicio político y literario que busca la confusión y la antinomia constantemente, para mostrar al lector ante la realidad misma de lo que ve cada día y fundirle en un debate sobre lo que es moral o amoral. El gregarismo nos ha hecho perder en ocasiones el sentido mismo de lo que es cabal y recto, para sumergirnos en un mundo de apriorismos y contrasentidos. Y estoy de acuerdo en que los ciudadanos están cada vez más formados pero no puedo compartir la afirmación que estén mejor informados.
- ¿Entonces?
- El exceso de datos, la confluencia de diferentes fuentes de información o los prejuicios que también campan, y mucho, entre los medios de comunicación, no conducen necesariamente a una mayor información, sino, al contrario, nos arrojan a las sombras de la desinformación. Vivimos en un mundo donde hay más ruido que música, y no queremos ni sabemos reconocerlo. Hay que recuperar el sentido de la realidad buceando en la verdad, y acabar con eso que han llamado postverdad, que no es sino el umbral de la mentira y de la falacia.
- ¿Estamos ante un Secretario de Estado metido a escritor o ante un escritor con muchas ganas de hacer de su fantasía realidad? ¿Desde cuándo escribe?
- Es difícil determinar cuándo un escritor comienza a escribir. En apariencia, la escritura es una operación mecánica y hasta ritual que obliga a situarse delante de una pantalla de un ordenador. Sin embargo, el proceso de escritura es más complejo porque la elaboración de la idea originaria y de los contenidos se desarrolla previamente sin que exista una referencia temporal que delimite el espacio creativo. Cometeríamos una equivocación si pensásemos que una obra tiene un origen y un fin delimitado por el momento en que se escribe la primera palabra y el momento en que se cierra la última corrección de la galerada. Un libro comienza a gestarse, de modo disimulado e improvisado, desde niño, cuando comienza el goce de la lectura y el eterno deseo que todo ser humano ha sentido de usar las palabras para expresar sentimientos.
- ¿La política es fuente de inspiración?
- La política es una fuente de temas y oportunidades que te acercan a la condición humana y, por eso mismo, al corazón de la literatura. De lo miserablemente y abyecto hasta lo sublime. Todo se puede hallar en la actividad política. Verá que es una fuente de inspiración, fundamentalmente, en mis dos últimas obras, Confidencias y El Antipríncipe. Y cualquier parecido con la realidad, no es mera coincidencia.
- ¿Para quién escribe?
- Confieso que no escribo para nadie. Ni para un príncipe al que rendir pleitesía y conocimiento, como Maquiavelo, ni para un grupo de lectores determinado. En particular, en alguna entrevista relacionada con mi último libro (El Antipríncipe) hay quien ha querido buscar como destinatario de la obra a un político al que aleccionar en su concepción del poder, al modo clásico. Se equivoca quien piensa así.
- ¿Y en quién se inspira?
- Es variada. No niego inspiración de autores como Baltasar Gracián en el fondo o de mi buen amigo Juan Manuel de Prada en la forma, más allá de la propia inspiración que produce la realidad misma y de sus protagonistas. Y, fíjese, hay veces que es mejor poner la i debajo del punto que el punto sobre la i.