El Periodismo en Andalucía también se escribe con M: de Mujer y de Magdalena. Magda Trillo fue la primera directora de un periódico en Andalucía, el Granada Hoy. Actualmente sigue con la misma responsabilidad que concilia con su vida familiar, como docente en la UGR y en la transformación digital del GRUPO JOLY. A caballo entre la capital nazarí e Ysibilla la periodista nos cuenta su historia «En Nombre Propio» y además la descubrimos como excelente «Coach». MUJER, PERDIOSMO Y LIDERAZGO personal con letras violetas. Disfruten, reflexionen, aprendan.
Es la primera mujer que ha roto el “techo de cristal” de ser directora de un periódico en Andalucía. Vemos como el Huelva Información, ABC Sevilla o El País, con Sol Gallego Díaz, van dando pasos en esa dirección. ¿Una tendencia sin vuelta atrás?
Sin vuelta atrás, no nos lo podemos permitir, pero con matices. El Periodismo es una profesión dura, absorbente, tremendamente exigente y muy contradictoria. Casi endiablada. Lo es para todos y lo es, especialmente, para las mujeres por la pesada mochila que seguimos arrastrando para conciliar vida profesional y familiar.
¿En su caso?
Llevo la reflexión a mi experiencia y mi rutina: algunos días –lamentablemente los menos- confieso que se me dispara la adrenalina y me siento la persona más afortunada del mundo. Sé que no podría estar en ningún otro lugar y que no me equivoqué cuando, sin saber por qué, un inconsciente día de adolescencia decidí que quería ser periodista. Que la vocación era real. Que es mágico cuando una noticia ayuda a alguien, cuando contribuye a solucionar un problema, cuando denuncias, cuando mueves conciencias, cuando emocionas… Sobre todo desde el sacrificio y la poca visibilidad que supone el periodismo local (hay vida y actualidad más allá de Madrid y Barcelona) y desde el desgaste que conlleva cuando los protagonistas viven al lado de casa, cuando compartes barra de bar…
No siempre es así…
Pero otros días, con la misma contundencia, nadie me libra de acabar en el fondo del pozo pensando en tirar la toalla. Con permiso de García Márquez, no es el mejor oficio del mundo. No desde el punto de vista laboral, no para nosotras y no, desde luego, si el objetivo es no descuidar la familia. Con o sin hijos. Con o sin personas mayores a tu cargo. La realidad de la profesión, tan alejada de la ilusión y el entusiasmo que me atrapó hace más de veinte años cuando llegué por primera vez a la redacción de un periódico como becaria, la he corroborado a medida que he ido asumiendo responsabilidades en el diario que ahora dirijo. Por sistema, las mujeres tenemos que demostrar más. Es como si estuviéramos obligadas a ser perfectas. Si trabajamos, si nos exponemos, no podemos permitirnos fracasar; sólo está permitido triunfar y con la exigencia de ser capaces de multiplicarnos, de ser trabajadoras ejemplares, esposas perfectas y madres adorables. Bellas e inteligentes. El escrutinio de los demás es constante y sin piedad. En nuestro caso, en lo estético y en el fondo. Ser perfectas y parecerlo. Lo piensa la sociedad, pero también nos lo creemos nosotras cuando entramos en la trampa de las superwomen.
Romper el techo de cristal, en todo caso, sólo es una cuestión de tiempo.
El mayor avance profesional de la mujer en Periodismo –y efectivamente sólo es una cuestión de tiempo- tal vez sea convencernos de que podemos, de que no podemos dar “ni un paso atrás” como claman estos días los colectivos feministas con motivo del 8-M. Pero, siendo realistas, también (debería ser) asumir que somos imperfectas, que tenemos limitaciones y que no podemos con todo. Decir “basta” a lo que se espera de nosotras cuando damos el salto de la esfera privada –esas cuatro paredes aparentemente confortables en las que la sociedad nos ha tenido relegadas durante siglos- a la competitiva esfera pública. Podemos ser ambiciosas sin ser tachadas de brujas, tener aspiraciones y hasta permitirnos ser ‘egoístas’ decidiendo no ser madres… El Periodismo no es ninguna excepción; más bien al contrario. Es una profesión históricamente machista donde el ‘colegueo’, los trasnoches y la ‘mala vida’ se han convertido en una esencia mitificada del oficio. Con todo, sí. Romper el techo de cristal en esta profesión, en cualquier profesión, no puede tener vuelta atrás.
Aún así queda mucho camino por recorrer. Algunos datos: tanto en las redacciones de los medios como en las grandes empresas de comunicación, hay una proporción de 72% frente al 28% de hombres y mujeres. Además dos terceras partes de los periodistas en paro son mujeres.
Si nos remitimos a los datos, no hay estadística que no refleje una tendencia generalizada: hombres y mujeres caminamos en paralelo en la niñez y en la adolescencia hasta que llega la maternidad. Ahí surgen los agravios, nos quedamos descolgadas de la esfera laboral y la discriminación –en ocasiones pactada y buscada entre la pareja- se prolonga hasta la jubilación. En los medios de comunicación, como en las aulas, comenzamos muchas más pero el vaso se va estrechando a medida que se asumen más responsabilidades.
En el caso del sector prensa, la situación es especialmente preocupante. Hagamos un poco de memoria. El día a día de una redacción todavía no está tan alejada de la niebla de tabaco y las petacas de whisky que los veteranos guardaban en su cajonera mientras aporreaban las ‘olivetti’. Es una imagen romántica, casi de cine en blanco y negro, pero que aún pesa en nuestro sector. Sí es cierto, sin embargo, que el recorrido cada vez es más compartido y, como decía, es evidente que las mujeres hemos llegado para quedarnos, les hemos puesto color y hemos abierto nuevas ventanas desde las que defender la libertad de prensa y ejercer el derecho a la información. En algunos periódicos, no hace tanto que hasta tuvieron que invertir en habilitar un baño para mujeres…
¿Por qué se ha tardado tanto en dar el paso? ¿Por qué teniendo las mismas capacidades no se ha tenido las mismas oportunidades?
Mentiría si no reconociera que, en el día a día, para nosotras siempre supone un plus: tenemos que demostrar más porque llegamos mucho más tarde a la carrera, pero también porque seguimos empeñadas en poder con todo. En mi periódico, todas las periodistas que han sido madres (sin excepción) han solicitado una reducción de jornada para poder cuidar a sus hijos. El periódico nació en 2003 con una plantilla muy joven y con muchas mujeres tanto en la redacción como en los puestos directivos. En el camino, los hombres que han sido padres han seguido con sus carreras y ellas han dado un paso atrás. ¿Por qué? La sociedad patriarcal pesa demasiado; los prejuicios sociales, también. ¿Si la piden ellos es que se quieren escaquear y en nuestro caso es una obligación? ¿Un gesto de generosidad? La consecuencia es la brecha salarial: el sueldo base es el mismo pero no si trabajas a media jornada…
¿Cuál es la presencia y desafíos de las mujeres en los medios de comunicación?
Como punto de partida, las dificultades y los retos profesionales en el actual sistema de medios no son diferentes por una cuestión de sexo: hemos sufrido la peor crisis económica de la etapa democrática y, después del sector inmobiliario y la convulsión financiera, el sistema de medios ha sido el más castigado. La publicidad se ha hundido, hemos visto explotar (en parte) la burbuja televisa y llevamos diez años siendo testigos del cierre de medios y de un continuo adelgazamiento de las plantillas con EREs y despidos. Las cuentas no salen y el capítulo de personal es, por sistema, el eslabón más débil. En sectores como la prensa, se ha producido además una tormenta perfecta con la crisis del papel y el impacto tecnológico del mundo digital, la crisis del modelo de financiación (el trasvase del papel a los formatos online es imparable pero no conseguimos encontrar la fórmula para hacerlo rentable) y una crisis de confianza y credibilidad que ha terminado por arrastrar el histórico papel de los medios como fiscalizadores del poder en las actuales democracias y cuestionar, incluso, nuestra función como intermediarios necesarios con los lectores. Los gigantes tecnológicos se han colado en el mapa de los medios y, en buena medida, se están quedando con el negocio de la información. Al mismo tiempo, estamos en un escenario en el que cualquiera, en cualquier rincón y con un simple móvil, ¡se siente periodista! Y probablemente hasta tenga más seguidores que nosotros en redes sociales…
Todas estas cuestiones nos afectan por igual a hombres que a mujeres. No obstante, volvemos a las diferencias. A la posición de desventaja. Porque nosotras tenemos todos estos desafíos elevados al cubo por los condicionantes de conciliación e integración que comentábamos: por nuestra condición sexual, por el papel en que nos ha situado la sociedad y por las imposiciones que nosotras mismas nos hacemos.
También a la hora de consultar expertos o especialistas parece ser que se recurre más a hombres que mujeres. ¿Cree que hay un factor de discriminación negativa de la mujer en los medios?
Creo que se ha sufrido durante décadas en los medios y, en buena medida, porque han sido hombres los que han tomado las decisiones, han elegido a los columnistas y han marcado los enfoques. La situación está cambiando; de forma lenta, pero imparable. Hace sólo unos días leía una investigación sobre la presencia de la mujer en las secciones de opinión de la prensa española (tradicional y digital) y situaba en un 20% la presencia de mujeres frente al 80% de hombres. En el último año, con la segunda edición del estudio, ha aumento a un 21%. Es muy poco, sí, pero la clave está en la tendencia. Las empresas periodísticas no son una excepción de lo que ocurre en nuestra sociedad y, admitámoslo, estamos de moda. Nos hemos situado ya en el centro de la precampaña electoral (aunque sea de forma tacticista por parte de todos los partidos con sus estrategias para pescar votos en el caledero feminista) y, en Andalucía, la campaña machista y misógina de Vox lo que está consiguiendo es que haya una mayor concienciación sobre la necesidad de seguir dando pasos hacia la igualdad. No hacia atrás.
Desde un punto de vista laboral son tendencias perversas. ¿Cómo se podrían corregir?
Las jornadas, sobre todo en un periódico, son infernales y soy consciente de que, probablemente, sea una odisea compaginar el exigente horario de un diario con el cuidado de unos niños pequeños. Pero es que España, como país, tiene un enorme desafío con el horario laboral. Es irracional. Vivimos para trabajar anclados en modelos decimonónicos. Cuando desde los periódicos dimos el salto digital pensamos que podríamos ganar en calidad y, al contrario, al menos en estos momentos de transición, lo que ha ocurrido es que somos más rehenes aún de la información: las 24 horas del día los 365 días del año… El periodismo necesita un cambio, una racionalización, pero sería inviable si la transformación no es compartida…
¿Sus propuestas? Cómo se intenta al menos desde un periódico local…
Jornada racional, en la medida de lo posible, y flexibilidad siempre. Máxima adaptación en las empresas a las circunstancias personales y familiares de todo el equipo. Aquí ya no hablamos de leyes; hablamos de convivencia y de algo tan sencillo como aplicar el sentido común. Tenemos que acabar con la tiranía del presentismo. Porque es anacrónico, porque es un error y porque ni siquiera supone un plus de productividad. Todo lo contrario.
Con todo, mi mayor desafío en estos momentos no es (sólo) que concilien las madres; es que conciliemos todos. Los que tienen hijos y los que no; los que tienen pareja y los que no. Los que quieren volver a casa a una hora decente para dar un paseo con su perro, regar sus plantas o tomar unos vinos. Tener aspiraciones laborales y ambición no puede ser incompatible con vivir. Con tener tiempo de ocio y disfrutarlo como mejor queramos. Es más, en el caso de la mujer, y hablo por mí misma, decidir no tener hijos no tiene por qué significar ‘renunciar’. No tiene que ser visto socialmente ni como un fracaso ni como un sacrificio. Es una opción. Aunque nos hayan educado para todo lo contrario. Sería un buen titular, realmente efectista, decir en mi caso que he llegado aquí porque he renunciado a tener hijos. Pero no es cierto. Y no todo vale por un titular aunque sea lo socialmente asumido y compartido.
¿Ayudan, a nivel práctico, las políticas y la legislación orientadas a potenciar la igualdad?
Las leyes, las medidas impositivas y hasta coercitivas, son imprescindibles para avanzar en igualdad pero el mayor esfuerzo creo que ha de estar en saber aplicarlas. Echando la vista atrás, creo que mi mayor error como directora fue dejar en manos de los abogados y de los responsables de Personal la gestión de las reducciones de jornada en el caso de las compañeras que se quedaban embarazadas o solicitaban medidas para poder compaginar sus responsabilidades profesionales y familiares. En una profesión como el Periodismo, el horario de funcionario es inviable. Y una jornada reducida también. La única salida es la flexibilidad y la comprensión. Me ha costado años darme cuenta de que la implicación y la productividad de las redactoras se multiplicaban cuando, en lugar de aplicar y exigir, se negociaba. No pides explicaciones si un día llega tarde porque el niño se rebeló para ir al colegio, si tiene que escaparse para llevarlo al pediatra, si es la fiesta de fin de curso… Sigues confiando en ellas y no las apartas de la vida de la redacción. Además de madres, son profesionales y, si sienten el respaldo de la empresa, responderá al máximo. El ‘invento’ del escritorio remoto es diabólico pero funciona… Te ‘enganchas’ desde casa y terminas tu trabajo. Oficialmente se aprueba una reducción determinada de jornada y luego, en el día a día, adaptamos. Dar y recibir. Puede parecer muy simple pero no lo es. Las leyes y la burocracia han de estar ahí pero luego debemos dejar paso a la letra pequeña. Tal vez todo esto no es políticamente correcto que lo diga una directora, pero es la realidad.
En el plano práctico, ¿cómo se refleja el género en las informaciones? ¿Hay un tratamiento más allá del lenguaje inclusivo?
Las noticias no entienden de género. Desde el punto de vista periodístico, estamos ante una profesión que se descafeína si desvirtuamos los principios, los criterios y la deontología que conforma el esqueleto del oficio. Otra cuestión son las apuestas, las prioridades y, por supuesto, el tratamiento de la información. No se trata de ser políticamente correctos, en un medio de comunicación creíble no nos lo podemos permitir, pero sí podemos (debemos) derribar los prejuicios sobre el perfil y responsabilidades de los redactores (¿las mujeres en cultura y los hombres en deportes?, ¿las mujeres con las noticias blandas y los hombres al frente de la áreas estratégicas de economía, tribunales política o urbanismo?), evitar la cosificación de la mujer luchando contra el lenguaje (y las imágenes) sexistas, darles mayor visibilidad recurriendo a expertas y articulistas mujeres en la sección de opinión como me planteaba antes, incorporando temas que realmente interesen y preocupen a las mujeres por encima de los clásicos retratos que rozan lo protocolario… Mi idea de revolución es muy pragmática: invisible y cotidiana. Avances, aparentemente insignificantes, que acaben contribuyendo a derribar el muro.
Los medios de comunicación deben ser imparciales, pero no neutrales ante la violencia de género. ¿Cómo se aborda esta problemática en los medios? ¿Cómo se previene? ¿Cómo intenta contribuir a que la sociedad conozca la dimensión del problema?
Estoy convencida de que buena parte del éxito de la movilización del 8-M, y de la traslación en España del movimiento global que se desató con el ‘#Metoo’, se debe a la implicación y compromiso de los medios y, en concreto, de las mujeres periodistas por la visibilidad que se le ha dado a la iniciativa y el efecto contagio que se ha producido. Todas las revoluciones necesitan un liderazgo; todos los cambios necesitan unos referentes. En este caso creo que la situación de extrema precariedad que se está viviendo en los medios ha sido clave para movilizarnos y convencernos de que, “si las mujeres paramos, el mundo se para”. De que no es sólo un eslogan. De que el calificativo de “histórico” no es en este caso una exageración. Probablemente estemos en los albores, imparables ya, de esa cuarta revolución feminista de la que se empieza a hablar en el ámbito académico.
En mi caso, a nivel personal, las mayores lecciones de feminismo las he aprendido de mi madre y seguramente ella ni supiera lo que era el ‘feminismo’. Interioricé muy joven que sólo había un camino para ser independiente, para decidir sobre mi vida y para no tener que humillarme a final de mes poniendo la mano a la espera de un sobre con el que hacer malabares. En este campo hemos dado un salto de gigantes con la masiva incorporación al mundo laboral. Ahora toca acabar con lacras inadmisibles como la violencia machista, ‘meternos’ de lleno con la brecha salarial, hacer saltar de una vez el techo de cristal y poner fin, también, a ese micromachismo que se extiende invisible con un impacto gravísimo y de involución entre las nuevas generaciones. Una vez más, no dar pasos atrás.
En mi opinión, luchar en los medios contra la violencia machista tiene que ver con todo esto. Porque no es un mensaje específico; es transversal y es profundo. Podríamos aludir a los múltiples decálogos que tenemos en los medios sobre cómo informar en los casos de violencia de género, pero realmente creo que son actuaciones necesarias y puntuales que debemos asumir como una rutina más (imprescindible) pero siendo conscientes de que nuestro papel va mucho más allá. De que estamos educando a la sociedad, concienciando y metiéndonos en las casas de las familias con mensajes directos y con intangibles. Importa lo que contamos y cómo pero importa mucho más lo que se traslada de forma subliminal.
Su experiencia como doctora, investigadora y docente también le servirá como laboratorio de ideas y detección de tendencias para dar desde el periodismo un mejor servicio público. En este propósito se interesa usted por el sistema de medios, ¿Se adaptan estos a la nueva realidad digital? ¿A los nuevos hábitos y consumo de información? ¿A la deconstrucción y construcción constante de una realidad a la que usted compara como un cubo de Rubik?
El mundo digital no es ya ni un desafío ni un horizonte de desarrollo; es el presente y tiene que ver con la propia supervivencia de los medios. Tenemos que seguir contando historias, haciendo Periodismo con mayúscula, pero adaptado a los nuevos formatos, a los nuevos hábitos de consumo e incorporando todas las potencialidades en cuanto a hipertextualidad, interactividad y multimedialidad de los nuevos medios. En este contexto enmarco mi propuesta sobre el cubo de Rubik como esqueleto de las historias en los cibermedios: porque son escurridizas y participativas, porque son flujos en diferentes niveles con caminos de ida y vuelta, porque conducen a universos transmedia donde los lectores no son una pieza más; son el eje que pone en marcha todo el proceso de información recordándonos, además, que formar y entretener (aquí podríamos aludir a las oportunidades del periodismo de inmersión, de la realidad virtual y el 360, del periodismo en abierto y de las game news…) son misiones de los medios de comunicación.
Las nuevas tecnologías son herramientas que pueden reforzar al periodismo, pero, sin embargo, en un mundo global e hiperconectado, parece que la desinformación y la mentira gana importantes batallas. ¿Cómo se puede recuperar la credibilidad?
Precisamente por mi perfil como profesora de Comunicación en la Universidad de Granada, se trata de un debate que me apasiona. Más ahora con todo el movimiento de la posverdad y las fakenews que desató en su día la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, que se intensificó hace en España con el 1-0 en Cataluña y que se ha convertido en una de las grandes preocupaciones de los medios… Podríamos estar horas hablando de estos temas. Pese al retrato negativo que suelo esbozar sobre la profesión, son los datos y es inevitable, estoy convencida de que estamos en un momento clave para darle la vuelta a todo y renacer de las cenizas. Y con fuerza. Porque no es el periodismo lo que está en crisis; son las empresas, el negocio, el modelo… Los principios de la profesión y la utilidad del oficio son hoy, en el tsunami de desinformación y basura de las redes sociales, más necesarios que nunca. Y diría incluso que, gracias a fenómenos como los ‘clicbaits’ y las ‘fakenews’, los lectores vuelven a mirar a los medios de siempre. Me refiero al valor de la marca. En el quiosco, en la web y en las redes sociales. Hasta ‘El New York Times’ reconoció hace poco que está viendo cómo suben exponencialmente los suscriptores del periódico. ¡No es una mala señal! Incluso Facebook ha tenido que lanzar agresivas campañas de publicidad buscando recuperar la credibilidad… Que se hayan puesto en marcha equipos de verificación de noticias en los medios es un reflejo específico del interés y la actitud proactiva que se está generalizando en el sector para recuperar credibilidad y volver a ganarnos la confianza de los lectores.
Con ese ánimo seguro salen unos 3.000 estudiantes universitarios que todos los años se licencian. ¿Puede absorber el mercado laboral tanto egresado?
Desempleo ha habido siempre, en todas las profesionales, y oportunidades también. Tenemos que pensar, en todo caso, que estamos en un momento crítico de transformación en los medios en que surgen nuevos perfiles. En el marco del sistema tradicional de medios y más aún en el creciente escenario de los nuevos medios. Todo se está reinventando, incluidas las fórmulas laborales para el empleo y el emprendimiento. Cada vez se abren más opciones que dependen de nosotros mismos, no de una entrevista de trabajo ni de una llamada.
Sus alumnos y alumnas tienen la suerte de tener una profesora de Comunicación Periodística o de Sistema de Medios que es directora, que convive con la realidad de un medio de comunicación día a día. ¿Sería aconsejable equiparar la presencia en la Universidad de académicos y aquellos periodistas que ejercen sobre el terreno?
El perfil del profesor asociado se ha convertido en una pieza clave en las actuales Facultades de Comunicación, justamente porque hace tiempo que la Universidad se dio cuenta de que hay carreras como la nuestra que pivotan sobre el valor de la experiencia. El problema, sin embargo, que se está observando va casi en dirección contraria: lo que se ha hecho es compensar las limitaciones de contratación (la tasa de reposición por la crisis) abusando de esta figura y en unas condiciones realmente precarias. En estos momentos, uno de los mayores desafíos es precisamente normalizar a este colectivo y buscar una salida a todos los profesionales que, en la práctica, están asumiendo la carga docente de una plantilla mermada. En Andalucía, los sindicatos ya plantearon este problema al anterior equipo de gobierno de la Junta y ahora será el nuevo Ejecutivo (PP-CS) quien deberá darle una respuesta al mismo tiempo que se afronta el complejo desafío que supone la renovación del modelo de financiación de la Universidad. También aquí son tiempos complejos y de profundo cambio.
¿En qué podría mejorar la formación inicial universitaria de los futuros periodistas? ¿También una asignatura en Primaria y/o Secundaria?
Conecto con la pregunta anterior. En Periodismo, un debate que sigue vigente es hasta qué punto debe ser una formación universitaria o una carrera de formación profesional ligada a la experiencia. La formación en las Facultades tiene mucho margen de mejor, evidentemente, y desde una visión más general creo que estamos en un momento en el que resulta casi un suicidio colectivo no tener asignaturas en la enseñanza reglada que aborden de forma directa el estudio de los medios de comunicación y, de forma muy especial, la comunicación en internet y en las redes sociales. Por el bien de los jóvenes y de nosotros mismos como sociedad. En paralelo, hay otra reflexión que me gustaría introducir: para un periodista, la formación no termina nunca. Ni a nivel personal ni a nivel profesional. El reciclaje continuo se ha convertido en la mejor arma de supervivencia para el periodista.
Para finalizar, ¿qué mensaje trasladaría a quien está empezando a estudiar Comunicación o va a finalizar sus estudios?
Que un periodista no es otra cosa que su firma. Es su marca: de cara a quien contrata, a las valiosas fuentes que pueden facilitarte el camino y a los lectores que lo seguirán (o no) en el líquido tablero digital. Y que esa marca se empieza a construir desde que se entra por la puerta a un medio de comunicación. Aunque sea con unas prácticas curriculares no remuneradas. Les diría que aprovechen la más mínima oportunidad que se les cruce en su camino para hacer Periodismo. De verdad; en el formato que sea y en los propios medios o en el creciente ‘lado oscuro’ de la comunicación corporativa. En segundo lugar, que procuren especializarse y ser muy buenos, valiosos, en algo. Porque los buenos siempre se abren camino… En tercer lugar, que no tengan miedo al fracaso. Que ensayen, exploren y rectifiquen. Que sean valientes.