Decía con tino el vicepresidente de la CEOE, Javier González De Lara, el pasado domingo en una entrevista a ABC que «Andalucia no puede permitirse otro confinamiento». Ni España tampoco agregaba. Sería de consecuencias devastadoras para miles de pymes, autónomos y para los ingresos de empresas y familias.
El apuntalamiento provisional de ERTES y fondos ICO empieza a soportar demasiada presión. Si miramos a las magnitudes macroeconómicas la deuda del PIB bate récords, y desde Europa nos colocan de colista para iniciar la recuperación. En la economía de los hogares la situación no es más halagüeña y el detraiminento del consumo frusta las expectativas empresariales.
Y sí, un nuevo parón, otro confinamiento podría ser la puntilla. Pero, sin querer contraponer salud a economía, pues ambas dos pueden coexistir pero se niega la una sin la otra, lo que no podemos permitirnos tampoco son más contagios y muertes. Mientras la curva no se relaje y el desgarro de las perdidas no amaine, difícilmente podremos recuperar una credibilidad que sustente todo el aparato social, económico e institucional.
En este sentido, la reconstrucción debe comenzar por la marca España, la gran olvidada de esta crisis. El valor intangible de lo que nos reconoce, nos une y nos referencia en el mundo más allá de nuestras fronteras. El cuerpo y alma de país sobre la que se sustenta la riqueza (o pobreza) de nosotros como pueblo.
Esta marca se oxigena de confianza, y en este sentido el aire está muy intoxicado. La mayoría de las veces por la polarización política vergonzosa, con representantes atrincherados en sus egos partidistas y más pendientes de sus peleítas que de ser la solución a los problemas. Están en el «cuanto peor para quien gobierna, mejor para nosotros».
También por una ciudadanía que parece no tomarse demasiado en serie esto de la pandemia, hasta que le llega de cerca. Y por su orden, de unos agentes sociales, que en vez de generar concertación social nos tienen desconcertados. Y todo esto produce un impacto emocional tremendo en la ciudadanía, el otro KPI olvidado en esta crisis. Un sentimiento de desafección y hastío donde los radicales y ultras se frontan las manos en busca de rédito.
Es momento de recuperar la marca España y estar unidos ante las decisiones duras, pero necesarias, que han de tomarse. No debemos engañarnos y pensar que la economía solo se va a recuperarse con incentivos empresariales. Ni la política con otros políticos. Tampoco la sociedad con otros personas.
Somos los que estamos. Y entre todos tenemos que ponernos de acuerdo para cortar la hemorragia de contagios y pérdidas. ¿De qué sirve tener el cartel de ‘abierto por pandemia’ si no entra nadie? Es como mandar una invitación a sabiendas de su respuesta: ‘Gracias, en otro momento’. Y el efecto que puede tener a medio/largo plazo, de chernovilizacion del destino turísitico e inversor.