- El prodigio de las migas de pan, su primera novela, vendíó más de 15.000 ejemplares apenas apareció publicada.
- Hasta entonces, la escritora barcelonesa venía ejerciendo el periodismo en cabeceras tan emblemáticas como Magazine de La Vanguardia o Vanity Fair.
Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona, Marga Durá ha trabajado para revistas como Magazine de La Vanguardia, Vanity Fair, Yo Dona o CNR y para medios digitales como Yorokobu, Vanitatis, MujerHoy, SModa o El Confidencial. Durante seis años fue subdirectora de la revista Nuevo Vale y durante siete, jefa de redacción de Men’s Health. Publicó dos libros de no ficción: Guía para madres rebeldes y Mujeres Poderosas (Ed Grijalbo)
Hace poco más de un año, esta periodista de raza cambiaba de tercio y nos sorprendía con El prodigio de las migas de pan, su primera novela. Publicada bajo el sello de Ediciones Destino / Grupo Planeta, para verano, a los pocos meses de su lanzamiento, llevaba ya más de 15.000 ejemplares vendidos, y eso fue mucho antes de que apareciera la tercera edición y una cuarta de bolsillo, que sigue dando mucho que hablar. Nos hemos reunido en un café de Barcelona para charlar con ella de periodismo, de literatura, y de los vínculos entre ambas disciplinas.
El prodigio de las migas de pan es tu primera novela. ¿Cómo fue que te pusiste a escribir ficción a los cuarenta y tantos?
La literatura siempre me había interesado y tenía claro que acabaría escribiendo un libro, pero pasaban los años y no lo hacía. Entonces convergieron una serie de factores que me llevaron por fin a decidirme. El más importante fue que yo estaba trabajando en una revista que de pronto se mudó a Madrid, y si me quedaba en Barcelona, no podía seguir trabajando para ella. Así que me tomé un tiempo para hacer lo que siempre había deseado. Y ha sido una experiencia increíble. Tuve muchas dudas, pero al final saqué el proyecto adelante y fue muy satisfactorio. Tanto, que ya estoy repitiendo con la segunda.

Hasta entonces te habías dedicado al periodismo.
El periodismo ha sido mi pasión durante buena parte de mi vida y lo sigue siendo. Solo te diré que mi madre me contaba que con ocho años le dije que quería ser periodista. Pero han cambiado muchas cosas en el panorama periodístico desde entonces.
No corren buenos tiempos para la profesión.
El periodismo tal y como lo conocía yo, el periodismo que me animó a estudiar la carrera, está muerto. Igual no me quiero pasar de fatalista, pero al menos, desde mi punto de vista, está agonizando. Sigo pensando que el periodismo es el oficio más bello del mundo. Es apasionante ver el mundo a través del periodismo, acercarte a tantas vidas diferentes, sabiendo que lo que estás haciendo tiene un valor para los demás. Pero ahora mismo, eso no siempre se da y es muy difícil vivir del periodismo, es muy difícil hacer buen periodismo y admiro mucho a la gente que lo sigue consiguiendo.
¿Cómo fue que la profesión empezó a degenerar?
La precarización del 2008 tuvo mucho que ver. El periodismo sufrió una crisis muy, muy profunda. Las publicaciones online, en vez de dar un impulso a los medios de comunicación –puesto que en principio les brindaban una vía adicional para obtener ingresos–, lo que hicieron fue agravar la precarización. La cantidad de contenidos que demandan los medios ha ido en detrimento de la calidad, y también de la comprobación de los datos de lo que se publica, de la rigurosidad de los textos.
Nadie se fía ya de lo que lee, en ocasiones tiene uno la impresión de estar leyendo publirreportajes.
Se trata de un fenómeno que se ha dado primero en las revistas, yo lo viví muy de cerca cuando era jefa de redacción de una revista masculina. Los anunciantes ya no te pedían una página de publicidad, te pedían directamente contenido. O si te pagaban una página de publicidad, a cambio te pedían también contenido. En el momento en el que tú vendes el contenido, dejas de hacer una revista y estás haciendo catálogo. Consigues que la revista sobreviva, pero eso es pan para hoy y hambre para mañana. Pierdes la credibilidad de tus lectores. Como jefa de redacción, esto te pone en una posición complicada, porque tienes que velar por el contenido y por el lector, pero también tienes que entender que estás encajada en una infraestructura, y adaptarte a las órdenes que vienen desde arriba. Vender el contenido es el gran drama. Y eso no quiere decir que no se pueda hablar de marcas, pero con un criterio noticiable, que es lo que interesa al lector. Hay anunciantes que llevan a cabo campañas, encuestas, eventos que tienen un interés informativo. Yo, como jefa de redacción, siempre les pedía a los comerciales que no intentaran venderme películas sin buenos argumentos, porque me parecía que hacer una oda a un producto igual que el de la competencia, sin nada que destacar, dejaba mal a los anunciantes y a la revista.
¿Y cuál es el papel de los directores o las directoras en estas publicaciones?
Están sometidos a gran presión. Yo he conocido a profesionales como la copa de un pino, que han sabido lidiar con la situación, apoyar al equipo, sacar el mejor producto posible. Gente que sigue amando su profesión y de la que aprendes… Pero también me he topado con personajes diametralmente opuestos. Periodistas que hace tiempo que se olvidaron de que lo fueron y que se aferran a sus puestos sin mucho más que aportar que servilismo, falta de originalidad en las propuestas, mucha mediocridad y modos despóticos con el equipo para demostrar una autoridad que no proviene ni de la inteligencia ni del buen hacer. Pero eso no es coto del periodismo, pasa en todos los campos, y también te digo que por suerte, al menos en mi trayectoria personal, tampoco ha sido una constante encontrarme con estos personajillos.

Pero a día de hoy es no es ningún secreto que la mayoría de las revistas sobreviven gracias a la publicidad, ¿no? Porque los kioscos están desapareciendo y lectores ya apenas quedan. ¿Hay alguna manera de revertir esta tendencia?
Las revistas siempre se han mantenido en un equilibrio entre la publicidad y el contenido. Y es muy necesario. Una revista incluso a nivel estético no tiene sentido sin las páginas de publicidad. Hay campañas preciosas y la revista es un medio de comunicarlas. Lo que ha ocurrido es que la proporción entre lo que se ingresa por anuncios y la venta en quiosco de los últimos años ha dado un vuelco brutal, hasta convertir la venta al lector en algo casi anecdótico. No puedo darte cifras, porque no las conozco, pero esta es la tendencia. Y es un pez que se muerde la cola. Probablemente los lectores potenciales sean hoy muchos menos, pero ¿quién querría anunciarse en una revista que no tiene lectores? Esa es una pregunta que dejo abierta porque tampoco sé darte la respuesta. Supongo que el problema radica en que mientras no haya algo por lo que realmente merezca la pena pagar, no hay salida, y ahí sí que nos tenemos que replantear muchas cosas. Tal vez atravesamos una época en que los formatos han cambiado tanto que lo que mi generación y yo entendíamos por un buen contenido, ahora mismo no resulta atractivo.
En el ámbito de los periódicos, de la prensa informativa, el panorama resulta también un tanto desalentador.
Los diarios de toda la vida están compitiendo con las fake news, y ya no pueden dar una cobertura en vivo de los asuntos, como sucedía antes. Todos han tenido que reducir sus redacciones, ya apenas hay enviados internacionales. El periodismo de investigación está en vías de desaparición porque es muy caro, y nadie quiere costearlo. Si el periodismo fue en algún momento el cuarto poder, lo fue porque existía esa voluntad de indagar sobre los asuntos, de informar a la gente. Y, salvo honrosas excepciones, esto está también en peligro de extinción.
Leemos los textos de los becarios y nos quedamos igual, estamos como aturdidos.
Hay un hartazgo en la sociedad, claro. El Watergate resultó un súper escándalo, protagonizó todas las portadas. Todos los alumnos de Periodismo lo estudiamos, nos emocionamos con Woodward y Bernstein, los grandes periodistas que sacaron a la luz los hechos. Ahora la sociedad ha hecho callo, ya nadie se escandaliza. La profesión tiene tan poca credibilidad que el cuarto poder, que ejercía de regulador institucional de los otros tres poderes, no está operando como debería, muchas veces ni opera. Definitivamente se ha producido un cambio en la percepción del lector, sí.
Pese a todo existen todavía propuestas interesantes.
Hay periodismo de calidad que se sigue consumiendo, que se sigue vendiendo. Algunos experimentos funcionan, otros muchos no. Y hay muchos profesionales admirables, ya sea de la vieja guardia o de la nueva, que siguen amando este oficio.
Incluso en los medios que ofrecen aún una cierta calidad, los periodistas se lamentan de lo mal pagados que están.
Un medio online de cierta relevancia paga unos 50 € por artículo, en algunos incluso menos. ¿Qué artículo pretendes obtener por 50 €? Hablamos de 50 € brutos, ya sin entrar en la sangría a la que se nos somete a los autónomos y todo eso. Estamos llenando páginas y páginas con textos que realmente no pueden permitirse la más mínima reflexión. No porque no haya buenos profesionales, sino porque nadie puede vivir así. Hay periodistas que está haciendo una excelente labor, pero en muchos casos el esfuerzo responde al entusiasmo por ver su nombre en los medios. La precariedad es atroz, e impide que surja una nueva hornada de talentos. Los hay, pero contra viento y marea. No es un campo de cultivo apropiado para resucitar el periodismo.
Todos los años que llevas volcada en el periodismo ¿te han ayudado a la hora de abordar tu primera novela?
Ha sido un proceso apasionante, porque he cogido lo mejor del periodismo y lo mejor de la de la literatura. Mi labor como periodista hizo que me topara con la figura de María Montessori. Inicialmente no era un personaje que me hubiera llamado la atención en primera instancia, hasta que me puse con ella. Con el periodismo siempre me ha pasado lo mismo, cualquier tema que abordo, por anodino que sea, me parece de lo más apasionante cuando le he dedicado el tiempo suficiente. Esa es una de las razones por las que echo de menos el periodismo. El caso es que empecé a investigar sobre María Montessori y decidí que quería un texto literario, no una biografía.
La trama funciona de miedo, el ritmo es trepidante.
Claro, yo venía del periodismo, y el acercamiento a un personaje histórico se me iba hacia la biografía. Entonces me inventé un personaje, una ayudante de María Montessori, y a partir de ahí puede utilizar todas las técnicas de investigación periodística que conocía para recrear todo el contexto histórico. Por otra parte, me divertí mucho creando la trama. Montessori era una mujer de su época, y el momento que vivió me parece muy interesante, al igual que los cambios que introdujo en la pedagogía. Me introduje en un mundo de mujeres en el que me resultó muy fácil empatizar. Las profesoras eran, en ocasiones, las únicas mujeres que tenían una cierta libertad, las únicas que podían ejercer una profesión.
¿Cuánto tiempo te llevó completar el libro?
Estuve dos años escribiendo como una loca, y como digo, mi labor como periodista me resultó de gran ayuda. Era un camino de ida y vuelta. A veces se me ocurrían ideas y entonces investigaba si podían ser ciertas. Otras, leía cosas y entonces surgía la idea, se me ocurrían historias que podían haber sucedido aunque fueran ficticias. La novela histórica ha sido para mí el puente entre literatura y periodismo.
¿Te has quitado definitivamente del periodismo así pues?
Sigo escribiendo, por ejemplo, para la revista Capçalera del Col·legi de Periodistes de Catalunya, y mantengo algunas colaboraciones. Me gustaría prodigarme más porque lo echo mucho de menos, lo que pasa es que, como digo, no es fácil dadas las condiciones económicas que se barajan. Me gustaría tirar más hacia el columnismo, hacia un abordaje más reflexivo de la actualidad. Creo que con mi edad y con mi experiencia sería un buen momento, pero en fin, iremos viendo.
¿Y estás escribiendo algo nuevo? ¿Para cuándo una segunda novela?
Estoy en ello. De momento sólo te puede contar que estoy disfrutando mucho la escritura, que va a ser una historia muy potente, y que gira en torno a un tema que me fascina. En principio saldrá a la venta entre septiembre y noviembre de este año. Comparte características de El prodigio de las migas de pan porque, claro, soy yo la que escribo, y cada autora tiene su mundo, pero a su vez es bastante distinta. Mi primera novela abarcaba un período de 30 años, mientras que esta se circunscribe a solamente unas pocas semanas. Habla de amistad, de injusticias, de opresión, de lucha. Y hasta aquí puedo contar.