Ni el Rey ha podido salvar la desangelada inauguración del Mobility City. Es que no fue siquiera una inauguración. Un triste paseíllo de Felipe VI por las instalaciones del Pabellón Puente, ante la circunspecta mirada de los escasos invitados al evento, sirvió para poner en servicio el supuesto referente de la movilidad del futuro. O eso, al menos, se afirmó desde la Fundación Ibercaja de forma tan machacona como poco entusiasta. Y es que si hablamos de futuro y de convertir a Zaragoza en referencia mundial, no tiene mucho sentido el acumular una colección de vehículos del pasado.
La presencia del Rey se aprovechó en Aragón, además, para matar tres o cuatro pájaros de un solo tiro. Llegó en el AVE para conmemorar el decimoquinto aniversario de la línea Madrid-Barcelona. Presidió la entrega de los premios Princesa de Gerona y los premios nacionales de Cultura. Todo con mucho boato, bien organizados y con una meditada presencia Real ante un escogido grupo de invitados en ambos casos. Dio la impresión que en el hueco que había en la agenda del monarca -y para matar el tiempo-, se le colocó un paseo por el puente de referencia de la Expo.
Una sociedad ajena al proyecto
Representantes de empresas del sector, que están mediatizados para apoyar el catafalco sobre el río en forma de puente, vieron como de lo hablado a lo allí visto hay un trecho. Para colmo, las desatenciones en el acto hacia ellos no ayudó a sumar voluntades. Más al contrario, las enfrió. No se buscó tampoco, como se esperaba, el hacer una presentación a la sociedad aragonesa, que –como he podido comprobar- sigue ajena a esta aventura.
Los coches de James Bond y los ‘Vigilantes de la Playa’ no pueden ser el elemento cenital de un museo que corre el riesgo de carecer de contenido y de nacer ya languideciendo. No se puede dar por bueno en estos tiempos de apreturas económicas destinar cerca de ocho millones de euros para hacerse una foto estrechando la mano de un Rey que pasaba por aquí.
Una buena idea, como ser referente internacional de la movilidad del futuro, se ha convertido en una ocurrencia en manos de Fundación Ibercaja. Y aunque no me gustan las comparaciones, dudo que esto hubiera sucedido con la Fundación La Caixa, ejemplar en la puesta en marcha de infraestructuras de referencia por todo el país.
Bien hará la Fundación Ibercaja en ir preparando la chequera para otras aventuras en territorio Expo que se ven venir en la lontananza. Se me ocurre la Torre del Agua o el Pabellón de España, cerrados a calicanto y en manos del Gobierno de Aragón. Cuidado que la fiesta puede salirle cara a la Fundación Ibercaja, como en otras ocasiones.