Nueva gamberrada publicitaria en el Ministerio de Igualdad con su última campaña. No salimos de una, que se embarcan en otra de mayores dimensiones. Y tan soez como quienes la firman, pagan y alientan. Desde Igualdad, se empeñan en meterse en la vida privada de las mujeres, marcando un guion tan chusco y desacertado que las desacredita como autoras de la campaña primero y como mujeres después. No parece de recibo una campaña tan desacertada como se percibe en la profesión y en los medios, a la hora de reclamar derechos y de dignificar reivindicaciones.
Ese viejo axioma del mercado publicitario que decía, “que hablen de mi aunque se mal” se está convirtiendo ya en una tradición que reaparece de forma ineludible en cada campaña que perpetran desde el Ministerio. Cuanto desatino vergonzante a toda página. No hay por dónde cogerlo.
Lo malo, además del contenido zafio, es que se paga con fondos del Estado. No está de más recordar a las ideólogas del Ministerio que la publicidad debe utilizarse para poner en valor un producto o una marca. No debe ser ariete de pensamientos más o menos infantiloides y casposos que huelen a naftalina. Luego querrán tener algo de credibilidad cuando tratan los temas con tan poco rigor. La credibilidad se gana, no se paga. De momento flojean y mucho en ese campo ético. Pero a ellas que más les da si cada fin de mes les llega la jugosa nómina del Estado por seguir pariendo tonterías como la que nos ocupa. Otra de gambas y otro día al circo.