Todavía quedaban linotipias, funcionaba la rotativa y aparecían los primeros ordenadores en las redacciones. Álvaro Ybarra fue de los primeros periodistas «bimedias» frente al hipermoderno de hoy, los auténticos malabaristas multimedia. Es un heterodoxo del periodismo casi tanto como su hijo un «purista» del flamenco. Un concepto que rema ‘a compás’ en las ondas de la transformación digital pues solo innova el que conoce los viejos valores del periodismo.
Ahora en el Consejo Audiovisual de Andalucía pero 35 años en ABC de Sevilla, de casa compartida con la vivienda donde su hijo Luis ya afilaba la curiosidad que luego le convertiría en periodista. Un hecho que se veía venir aunque «se lo desaconsejé desde que se despertó su vocación, aunque naturalmente no me hizo caso».
Realmente el panorama no era el más halagüeño si atendemos a la decadente evolución del sector, la amplísima oferta de profesionales, la incertidumbre sobre el futuro… Pero el ‘niño’ estudió periodismo y ahora lo ejerce de forma autónoma y tocando «muchos palos». Ahora se alegra se alegra de haberse equivocado pues «la satisfacción que da el desarrollo de una vocación verdadera es impagable».
Y una vez que ha echado a andar esa vocación, el padre procura no inmiscuirse en su desarrollo profesional. De hecho, «el primer y casi único consejo que le di fue que si iba a ser periodista buscara su propio espacio e hiciera siempre lo que considerara conveniente desde la fidelidad a sí mismo y a sus valores y principios».
Una autenticidad a la que responde el hijo desde la especialización y el dominio de las nuevas herramientas. Nuevos medios, viejos valores periodísticos.
Luis Ybarra
Y Ramírez. Se define como periodista cultural especializado en música, flamenco y literatura, «golpeando teclas entre libros y escenarios». Un oficio y una afición, el periodismo y la música. Una sintonía que siempre sonó en casa pues «mi padre siempre ha sido periodista antes que director, e igual que hay músicos que colocan la propia música por delante y emplean la técnica precisa para contar lo profundo, mi padre ha colocado lo noticioso junto a sus valores como un prisma inamovible desde el que mirar la realidad. Lo que ocurre manda, como manda la música en el músico».
Seguir fiel a una partitura para lo que es imprescindible aquello que defendía Kapuściński. «Tiene poco mérito que yo lo diga, pero mi padre es una gran persona. Seguramente, la mejor que he conocido jamás. Eso se ha visto reflejado en su oficio. Su sentido mayúsculo de la responsabilidad, de la justicia, incluso por encima del bien. Y es que Luis lo «ha visto superar presiones que ahogarían a cualquiera y colocar lo periodístico primero en esas situaciones».
Con respecto al periodismo de ayer y hoy, Luis considera que la revolución tecnológica y el talento de unos pocos columnistas, cronistas y redactores «deberían quitarle a los mayores la nostalgia del periodismo de antes». Aunque es cierta que antes «e trabajaba con más tiempo y te leían con mayor concentración. Freelance era un extranjerismo desconocido y las redacciones lucían bulliciosas». Pero hoy «no ha cambiado la calidad, creo, sino las reglas de un oficio cada vez menos romántico, pero igualmente necesario en su capacidad de contar un mundo cada vez más complejo».