No se recuerda por estos pagos un brindis al sol de semejante catadura. Menos aun poniendo el foco en una profesión a la que de forma sistemática el gobierno de Pedro Sánchez ha tenido “a pan y agua” con continuos desplantes y con una falta de trasparencia en la información rayando lo inmoral cuando menos. Querer cubrir más de cien plazas de comunicación con periodistas en diferentes ministerios, la mitad de promoción interna y la otra mitad de interinos es la última ocurrencia.
Ese guiño lanzado de forma tan ladina a la profesión, se acaba viendo como una provocación. Como un alegato para querer borrar las formas y modos de maltratar a la profesión en una legislatura marcada por vivir contra la prensa. Ese gesto no borra unos años de ver como se han tratado de dirigir los mensajes de los periodistas al precio que fuera. Poniendo en entredicho la libertad de opinión y señalando a muchos profesionales por el siempre hecho de pensar diferente.
Desde la atalaya
Es inadmisible un gesto de tanta altanería. Solo se puede entender desde la atalaya de quien está ya saliendo de su despacho y quiere extender su política de gestos a una profesión que está ya muy cansada de tanto desplante.
Ahora no faltarán los medios que aplaudirán con fuerza ese gesto que se tildará de histórico a buen seguro. Pero viniendo de alguien tan preocupado por cómo lo recordara la historia, carece de valor en sí mismo. Es más, parece una contradicción más que otra cosa.
Cuando languidece todo qué duro resulta tener la necesidad de restañar heridas. De tratar de quebrar una memoria que seguirá pensando que el final es lo mejor de una etapa donde los medios de comunicación hemos perdido muchas cosas. Afortunadamente quedan tribunas para decir alto y claro aquel “no pasarán” que tanto gustaba en su tiempo y que evocaba a la batalla de Verdún en la Primera Guerra Mundial. Ahí queda eso.
