Si atendemos a la idea de que la televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural lo hemos vuelto a comprobar desde el primer día del caso de Diana Quer. ¿Qué importaba la vida privada de la víctima en una desaparición? ¿Qué importaba si sufría o no de anorexia o la relación de sus padres?
Nuestra televisión vomitaba horas buscando miserias de una familia abrazada por la angustia, la impotencia y el dolor de la desaparición de una hija. Periodistas ‘especializados’ saltaban a la arena mientras otros esperaban en el hipogeo en forma de cómodos camerinos para que les diesen paso y dar rienda suelta a sus sesudas investigaciones. Había que llenar programas donde la audiencia estuviese entretenida porque la cávea del share dictaminaría sentencia al día siguiente.
Hasta el coronel de la UCO encargado de la investigación criticó recientemente la cobertura del caso por algunos medios de comunicación recordándonos que la víctima tenía familia. El coronel de la Benemérita nos tuvo que recordar que “hay titulares de prensa que ese día son un titular, es la portada del periódico, pero a la familia le puede suponer un daño de por vida”.
También el Colegio de Periodistas de Galicia pidió «no sumar dolor» a la familia de Diana Quer en las noticias ofrecidas sobre su asesinato. Llevan años recomendando atender al código deontológico y a la Guía práctica para el tratamiento informativo de la violencia contra la mujer aunque da la impresión que todo queda en el papel mojado de algunos.
Pero qué más da mientras ganemos un punto en el share respecto a la competencia. Si no hay que legislar en caliente –ni en frío- respecto a la prisión permanente revisable qué esperamos respecto a la regulación en los medios. Sólo nos queda que el periodista se ampare en la autorregulación siempre reñida con el interés de demostrar quién sabe más de rastreos telefónicos, pruebas de ADN y la vida íntima de una familia hasta entonces desconocida.
Lo fácil es hacer una tertulia. Lo difícil, no tengan duda, es hacer una buena tertulia. Pero esta idea les gusta pasarla por alto a muchos de los directores de programa que ustedes ven diariamente. Además, todos sabemos de la importancia de la sensibilidad del que se pone delante de la cámara. Habitualmente brilla por su ausencia y es el morbo el que se convierte en la idea fuerza del programa. La audiencia -como espejo- responde y comprobamos la derrota de todo nuestro sistema cultural.
Les muestro algunos de los titulares penosos y desafortunados elaborada por la web ‘kamchatka.es‘que solo pueden explicar aquellos que los escribiesen:
‘El entorno ‘problemático’ de Diana Quer, ¿causa de su desaparición?‘ (Espejo Público)
‘¿Salía el padre de Techi con la madre de Diana Quer? Las redes dicen que sí’ (Vanitatis)
‘Diana Quer tuvo una fuerte discusión con su madre y su hermana días antes’ (La Voz de Galicia)
‘Diana Quer denunció a su padre en mayo por retenerla en casa’ (El Faro de Vigo)
‘La vida imposible de Valeria Quer: ‘huérfana’ de hermana y a tortas con su madre’ (El Español)
‘Una grafóloga: «Diana Quer es inmadura y con una autoestima muy baja»‘ (El programa de Ana Rosa)
Paco Lobatón creó un género televisivo en 1991. Su programa se convirtió en líder de audiencia y en un auténtico fenómeno mediático que se prolongó durante 7 años. Se ganó una extraordinaria popularidad y credibilidad que es lo más deseado por un verdadero periodista. Aún recuerdo una encuesta realizada conjuntamente por las revistas Teleprograma y Supertele donde fue elegido como el mejor presidente del Gobierno posible entre todos los presentadores de televisión de la época.
Pongan el termómetro ustedes mismos y examinen a nuestros actuales ‘expertos’ en casos de desaparición. Necesitamos un mejor periodismo contra la violencia machista y lamentablemente están lejos de conseguirlo.