Tengo dudas de si calificar de lamentable o de patético el comportamiento de los ‘lideres de cuarta’ de la clase política catalana. Nula su altura política.
Artur Mas contestando educadamente a toda pregunta que le hagan hasta el punto de normalizar los 3% y a toda la familia Pujol, anidar en un próximo 50% de escaños que no de votos y ampararse cínicamente en el “tontos seremos si España y Cataluña, a partir del 28, iniciamos el proceso secesionista donde no nos entendamos”. Juntas sentimientos a abrazarse a una bandera con una gran dosis de victimismo y te ponen el cuarto de una lista aunque seas el actual presidente de la Comunidad y obtienes un resultado inesperado: tonto útil que nadie quiere.
García Albiol y Andrea Levy atacando a todo lo que se mueve e intentando mejorar a la dama de La Camarga. Su poca altura les lleva a opinar y poner en el centro de sus “discursos constructivos” los bailes de Miquel Iceta. Mientras, sus mayores, coinciden en la estación del Ave y como nulos hombres de Estado no se ponen de acuerdo ni para elegir el mismo agua en la mesa.
De los Junqueras no hablaré. Nunca se escondió y claro lo habló. Lamentablemente demuestra ser el más coherente.
Ni de Duran i Lleida que se lía con un buen discurso vacío donde no sabe lo que quiere pero apela a novedades viejas que no tienen hueco en esa sociedad dividida. Todos sabemos que les va a llevar a no pasar del quicio de la puerta del Parlament por haber hecho las cosas tan mal.
Del resto de independentistas ni mencionaré. Tras ver recientemente un debate en Televisión Española espeluznado me quedé.
No me olvido de Inés Arrimadas. La pupila de Albert Rivera cabalga –según todas las encuestas- segura. Carrera limpia, meteórica y con un discurso donde lo claro y constructivo supera lo ofensivo y vacío.