Hay muchos “por qué” que nadie contesta. Les pondré varios ejemplos aunque este Cronista sólo contestará a uno.
¿Por qué hay más tontos que botellines?
¿Por qué apretamos más fuerte los botones del mando a distancia cuando tiene pocas pilas?
¿Por qué nunca vemos esta noticia en un periódico: «Adivino gana la lotería»?
¿Por qué las ovejas no encogen cuando llueve y los jerséis de lana sí?
¿Por qué las magdalenas se ponen duras y las galletas blandas?
¿Por qué las mujeres no se pueden pintar las pestañas con la boca cerrada?
¿Por qué ‘separado’ se escribe todo junto y ‘todo junto’ se escribe separado?
¿Por qué se lavan las toallas? ¿No se supone que estamos limpios cuando las usamos?
¿Por qué abrimos la boca cada vez que miramos al techo?
¿Por qué las lunas de otros planetas tienen nombre, pero la nuestra se llama luna?
¿Por qué hay gente que despierta a otros para preguntar si estaban durmiendo?
¿Por qué le llaman a nuestro planeta ‘tierra’ siendo este tres cuartas partes de agua?
¿Por qué «abreviatura» es una palabra tan larga?
¿Por qué cierran con llave los baños de las gasolineras, acaso tienen miedo de que la gente los limpie?
¿Por qué cuando nos llaman al móvil sentimos la necesidad irrefrenable de ponernos a andar de un lado a otro?
¿Por qué cuando vas de viaje te sientes culpable si no visitas los museos?
¿Por qué la cadena del tapón de la bañera siempre está rota?
¿Por qué los relojes que tienen manecillas no tienen piececillos?
¿Por qué el zumo de limón está hecho con sabor artificial y el lavavajillas está hecho con limones naturales?
¿Por qué cuando en el coche no vemos algo apagamos la radio?
¿Por qué hay una invasión de “por qué” en titulares de diarios digitales?
La respuesta es porque así se producen más clic.
