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Rubiales se carga la imagen reputacional de España

Es un sinvivir. Las consecuencias que las reiteradas meteduras de pata de un gañán como Rubiales crean en la imagen reputacional de la «marca España» alcanzan a muchos sectores y no exclusivamente al deportivo. Ni mucho menos. Días después de la consecución del anhelado Mundial somos el hazmerreír del mundo deportivo, como poco.

Nadie acierta a saber qué ganamos en España al reventar de cuajo las consecuencias positivas que en todos los casos supone para un país ganar un Mundial. Parece como si nos hubiésemos olvidado demasiado pronto de lo que supuso en su día el Mundial logrado con Vicente del Bosque en el banquillo. Ese soplo de aire fresco que recargo las pilas por el deporte rey en España ahora languidece en medio de un marasmo donde cada declaración del menda supone un nuevo torpedo a la línea de flotación de nuestra marca “España”

Somos insaciables a la hora de dispararnos en el pie para evitarnos que la gloria deportiva nos permita cobrar unos beneficios que, en esta ocasión de haberlos, ya se han esfumado.  La capacidad de autodestrucción en este caso solo es comparable al papel ejercido por un prepotente patán más ocupado de ver como pasa a la historia dando por sentado que la Federación Española de Fútbol es él, y nadie más que él. Pobre insensato. Personaje a la altura de los que comediógrafos como Arniches o Berlanga creaban para retratar una España de pandereta.

Un caos en toda regla

La imagen reputacional de España se tambalea. No se han cumplido ningunos de los requerimientos que son necesarios para frenar esta sangría. A saber. Comunicación a destiempo y malintencionada. Señas de escasa capacitación para el desempeño de un cargo de repercusión mundial. Para colmo, se negó el problema hasta que explotó en las mismas narices de quien lo creó. Un caos en toda regla.

La comunicación en todo este affaire es demencial, de locos. Manipulaciones, verdades a medias, complots, amenazas a cara descubierta y mentira tras mentira han provocado el sonrojo y el caos al trasmitir la idea de que efectivamente no había ningún plan para atajar esta hemorragia. Un borbotón de improvisaciones en materia de comunicación no ha contribuido más que a engrandecer el marasmo que rodea este turbio asunto que tuvo su inicio en el beso. Todo ello como diría el malogrado Pau Donés, “por un beso de la flaca”. No hay medida, ni se la espera.

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