Pocos son los periodistas respetados por todo el mundo. Ella lo era. Dignificó la profesión y así se lo hizo saber uno de los médicos que le atendió en sus últimos días. Ayudó a muchos sin buscar nada a cambio. Nos enseñó lo que era la bondad. Sólo pudo despedirse de los suyos porque Dios la llamó con muy poco tiempo. Dos días antes supo que iba a morir. Gracias a su fe recibió la noticia con mucha tranquilidad.
La primera mujer corresponsal en el Vaticano cubrió la información de cuatro Papas en tres décadas. Nos acercó a ellos y a ellos les acercó a España.
Al lado del féretro su foto rezaba una frase que refleja cómo era: “Amigos, esto se ha acabado. He tenido una vida plena con los mejores amigos que podía tener. Una familia increíble, un trabajo privilegiado y he sido muy feliz. Ahora, a disfrutar de la eternidad, que también me lo pasaré igual de bien”.
Lloramos tu muerte porque serás irrepetible. No tenemos duda que descansas en paz.
