Cuando Blumenthal acuñó en 1980 el concepto de ‘campaña permanente’, Alfonso Rueda era un adolescente de apenas 12 años y Ana Pontón solo tenía tres años. Sin embargo, la estrategia de ambos líderes los conecta directamente con ese postulado teórico que defiende que la acción política se ha vuelto una campaña perpetua.
Antes de visitar este 5 de octubre ‘Land Rober’, el programa de entretenimiento de prime time de TVG, seguramente el presidente de la Xunta repasase varias veces la entrevista que en ese mismo espacio mantuvo Alberto Núñez Feijoo, aunque con una diferencia fundamental: el hoy líder nacional del PP participó en el formato tres días después de cosechar su tercera mayoría absoluta, mientras que Alfonso Rueda todavía no se ha sometido al examen de los electores como cabeza de cartel autonómico.
La intervención del presidente de la Xunta fue diseñada para aportar una imagen mucho más humana de un líder cuyo grado de conocimiento continúa en fase de consolidación. No en vano, la entrevista de Roberto Vilar le permitió acentuar rasgos exclusivamente personales: a las fotografías familiares en pantalla con sus dos hijas le siguieron confesiones como haber pensado en la posibilidad de renunciar a la política o el consejo de su padre, quien “siempre me decía que no me metiese en política”.
Más allá del vector de posicionamiento profesional con su condición de secretario de muchos ayuntamientos, Alfonso Rueda incidió especialmente en el eje discursivo de la familia. Quién sabe si como un recurso para activar la empatía de aquellos a los que el trabajo los devora día a día y les resta posibilidad para pasar tiempo con sus hijos o bien como una de sus principales preocupaciones.
Además, la activa implicación de Alfonso Rueda en diversos juegos (como adivinar quién era la única persona gallega por su manera de comer churrasco; proponer por teléfono a una andaluza reprogramar las mareas para adaptarse a sus preferencias; o la participación en una rueda de prensa) contribuyó a presentarlo como uno más de quienes compartían ese plató. Incluso la propia distribución en estos sketchs, junto a parte del público, ayuda a reforzar esa dualidad de un líder que, al mismo tiempo que preserva su rol de dirigente, se afana en presentarse como uno más, llegando a obsequiar con unas flores a alguien que se jubila.
Código Ana
En el otro extremo ideológico se encuentra Ana Pontón, líder del BNG y representante de la segunda formación en el Parlamento gallego. Este otoño está estrenando el espacio ‘Código Ana’, planteado para entornos digitales y en el que la política apuesta por entrevistas personales en las que ella es el hilo conductor.
Este formato ‘one to one’, que se presenta como un espacio de “conversaciones” sobre “música, mujer, ciencia, territorio, lengua, cine, libros… y todo sobre lo que tú quieras hablar”, cuenta con su propia cabecera, concebida como “un viaje por Galicia para hablar de cultura y creación, ciencia, medioambiente, patrimonio, el empoderamiento de las mujeres o las inquietudes de la gente joven”.
Las dos primeras invitadas de ‘Código Ana’ representan perfiles muy dispares: la una, Pili Pampín, emblema de la música popular gallega que vive en la actualidad un nuevo momento de éxito de la mano de Ortiga; la otra, Tamara Pazos, divulgadora científica que habla, entre otras cuestiones, sobre las renuncias para ejercer la maternidad.
Tanto con Pampín como con Pazos, la construcción del discurso parece orientarse a buscar una transferencia del capital simbólico que atesoran ambas figuras, cada una desde su ámbito de actividad particular, de manera que Pontón se presenta como el factor común de esas realidades que van describiendo sus entrevistadas y que, de un modo evidente, representan el feminismo, la ciencia o la cultura, esferas fundamentales de la acción de gobierno que encarnaría la líder del BNG.
Es el politainment, estúpido
El ‘Land Rober’ de Alfonso Rueda y el ‘Código Ana’ son dos ejemplos evidentes del auge del politainment, concepto que parte de la caída de barreras entre la información y el entretenimiento (‘infotainment’) aplicado a la política. Bien a través de un canal ajeno, como la TVG, o bien a través de canales propios, ambos líderes pretenden romper una brecha imprescindible para que la ciudadanía los escuche: sorprenderla es el primer paso para que, al menos, les preste atención. Por ello, construyen sus relatos partiendo de sus ejes más personales.
En 1992, James Carville insistía al equipo de Bill Clinton en una idea: ‘¡Es la economía, estúpido!’. Este asesor tenía claro cuál debía ser el eje de posicionamiento de campaña. A juzgar por lo que estamos viendo, Rueda y Pontón también se van a dejar la piel en las próximas semanas, en las que quizás asistamos a una sobrerrepresentación de su figura en formatos amables construidos en torno a su perfil, en detrimento de las siglas de sus formaciones políticas y de otros espacios más convencionales de acción partidista.
Quién sabe si a ellos les habrán dicho también eso de ‘es el politainment, estúpido’.