Dormir, trabajar, ir de bares… y ver la televisión. Estos son los cuatro pilares cotidianos en la vida de muchos españoles. Nos pasamos 234 minutos contemplando la caja más tonta de todas las cajas que cada vez se parece menos a una caja. Cuatro horas tragándonos pasivamente lo que escupa el canal que soberanamente hayamos decido elegir. Cuatro horas diarias viviendo 80 años son 13 años de una vida viendo la tele.
Hace 60 años que nació Televisión Española. La primera emisión consistió en una Misa –para bendecir los estudios- tras las palabras del ministro Arias Salgado. La televisión había nacido en España en una habitación de 15 metros en el Paseo de la Habana un frío domingo del 28 de octubre de 1956. La señal sólo se recibió en un radio de 60 kilómetros.
Corrían los años 50 y no corrían buenos tiempos. El salario mínimo rondaba las 36 pesetas (22 céntimos de euro) y un aparato de televisión valía entre las 15.000 y 30.000 pesetas (de 90 a 180 euros).
Sesenta años después mucho hemos cambiado y para algunos es su mejor compañía –por no decir la única-. Del negro y blanco en unos armatostes con un bonito toro como motivo de decoración a la Smart TV Curva full HD en el que ni una pequeña muñeca sevillana se puede apoyar. De “El hombre y la tierra” a las salvajadas que vemos en cualquier informativo diario (guerras, violencia de género, secuestros, decapitaciones o populismos incomprensibles).
La sociedad de las pantallas está integrada full HD en nuestras vidas. En casa está una de mis hijas con una tablet, otro con el móvil de su madre mientras el pequeño me ha robado el mío para encontrarse con su amiga Peppa Pig. La tele encendida acompaña al resto con un silencio nada edificante en una familia. Separados por pantallas y conectados por el wiffi.
