No hay por dónde coger la insulsa entrevista a Georgina en ‘El Hormiguero’. Quiso mostrarse cercana y humana y no le resultó. Pablo Motos se limitó a seguir un guión que la invitada parecía conocer de antemano, a la vista de tantos silencios entre respuesta y respuesta. Ni a Motos ni a la invitada se les vio cómodos con el papel que estaban interpretando.
La chispa saltó en lo no previsible. Nadie podría imaginar que Georgina, una de las musas de oropel y el lujo, era una experta catadora de chorizos. Tan cual suena. Tampoco que es capaz de distinguir cinco tipos de agua mineral diferentes. Subió el nivel al hablar con un tono más autoritario que otra cosa, del personal de servicio y los equipos de pilotos que tienen en su avión privado.
El momento Premium sin duda alguna fue el escatológico. Hablo de sus residuos fecales, de los edores que emanan de los mismos y del asco que le da entrar a un servicio con ese olor. Remató el desatino afirmando que con esos olores a ella (textual), “se le corta el pis”. Maravilloso documento para las hemerotecas que supongo veremos una y mil veces repetido.
Ahora bien, al Hormiguero le vino de cine tanto periodismo chabacano con una lenguaraz protagonista. La de Jaca pareció olvidarse con el paso de los minutos que estaba en un programa de televisión y no en una barra de bar con unas amigas. No esperaban un pico de audiencia, con el más del 20% de share, que hiciera olvidar las malas semanas que está atravesando el programa de Antena 3. Objetivo cumplido desde el punto de vista televisivo.
La invitada se marchó por donde había venido paseando un diamante de altísima gama como se encargó de dejar claro con bastante vanidad. La misma que utilizó para sentirse cansada de regalarle coches de alta gama también a Cristiano Ronaldo. Al final tanto lujo en un cuerpo tan presuntuoso parece ser que cansa. Cuanto esfuerzo por Dios.
